117. JAIME I SALVADO DE LA MUERTE POR
UNAS SOPAS DE AJO
(SIGLO XIII. TERUEL)
Jaime I, rey de Aragón, había
decidido reconquistar Valencia, cuyo cerco era cada vez más
apretado. Ahora, creyendo que había llegado el momento, organizó la
hueste y puso rumbo a la ciudad del Turia. Al llegar a Teruel, donde
pensaba acampar y esperar refuerzos, cayó enfermo de una misteriosa
y grave dolencia que le dejó inmovilizado.
La noticia de la enfermedad del rey se
extendió con rapidez, pero los más afamados médicos venidos de
todos los confines no acertaban a diagnosticar y mucho menos curar el
mal que le aquejaba. Se llegó a creer en la existencia de un posible
encantamiento de los moros levantinos, sus adversarios, deliberando
los entendidos en el modo de combatirlo sin resultado positivo.
La situación llegó al límite,
pensando, incluso, en exponer al monarca en una tienda de campaña a
la entrada de la ciudad en espera de que algún caminante conociera
la terapéutica adecuada, pero el procedimiento pareció poco digno
del rey y se desechó.
Por fin, se recurrió al saber popular, autorizando a la desesperada a cuantas personas creyeran conocer el remedio a ensayarlo: se probó con hierbas, músicas, conjuros, etc., pero todo fue en vano, hasta que un buen día, cinco jóvenes turolenses hicieron creer que la solución estaba en hacer comer al rey unas sopas de ajo.
Por fin, se recurrió al saber popular, autorizando a la desesperada a cuantas personas creyeran conocer el remedio a ensayarlo: se probó con hierbas, músicas, conjuros, etc., pero todo fue en vano, hasta que un buen día, cinco jóvenes turolenses hicieron creer que la solución estaba en hacer comer al rey unas sopas de ajo.
El problema fue que, con tanta gente
como había acudido a la ciudad, se habían agotado los ajos y la
única manera de conseguirlos era yendo a buscarlos a la huerta
valenciana, corriendo riesgos sin número. No obstante, los cinco
jóvenes, seguros de la bondad de su método, se prestaron
personalmente a ello iniciando un viaje peligroso del que sólo pudo
regresar uno de ellos.
Se hicieron las sopas a la manera de
Teruel con los ajos tan costosamente conseguidos, comiéndolas el rey
durante varios días. Poco a poco fue mejorando su salud, hasta sanar
por completo. La ciudad estalló en fiestas, en las que participó
toda la población, pero Jaime I, inquieto por el retraso que su
enfermedad había provocado, comenzó a organizar la hueste que
habría de llevarle a Valencia.
[Caruana, Jaime de, Relatos..., págs.
43-50.]