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viernes, 6 de marzo de 2020

Número de Códices, Reseña histórica de los mismos

II. 



Número
de Códices.- Reseña histórica de los mismos.

Los Códices
que posee actualmente la catedral de Tortosa ascienden a 147.

Es
de suponer que este número debió ser mayor en los siglos pasados.
Basta considerar la grande importancia que tuvo la catedral de
Tortosa
desde los primeros tiempos que siguieron a la reconquista de esta ciudad, y su admirable organización ya en época muy remota.


Hasta el tiempo en que se descubrió la imprenta que
fue a principios del siglo XV (nota:1440, 1450 según fuentes),
requiríanse grandes caudales para poder obtener libros por medio del
manuscrito. De ahí que las personas particulares para instruirse por
lo general debían acudir a ciertos centros, de igual modo que ahora
se acude a las Bibliotecas públicas. Y como esta catedral desde un
principio pudo disponer de grandes recursos, no le fue difícil
adquirir libros manuscritos, aunque para ello tuviese que emplear
crecidas sumas.

Por otra parte Tortosa en los siglos
medios
era un gran centro de comunicación, por la vía marítima,
con los principales puertos del Mediterráneo pertenecientes a
Francia e Italia; así es que el Cabildo se
podía proporcionar con alguna facilidad los libros o Códices que
necesitaba; pues por tierra no era posible, o al menos era muy
difícil y costoso, especialmente tratándose de Códices
voluminosos
como lo son gran parte de los que posee esta
catedral.
Muchos de estos principalmente los de los siglos XI
y XII
debieron ser escritos en el extranjero; porque hasta el año
1148 Tortosa y su contorno por la parte de Cataluña
estuvieron en poder de los moros, y en la parte de Valencia
estos aún tardaron cerca de un siglo a salir de allí. No era
posible por lo tanto, que durante el dominio de los moros se
escribiesen Códices en este pais.

Por ello luego que
la catedral de Tortosa comenzó a constituirse, digámoslo así,
teniendo poderosos elementos con las donaciones tan distinguidas que
le hizo el rey don Alfonso, y constan en la carta de
dotación de esta catedral
otorgada en 28 de noviembre del año
1178, es de creer que los Prelados y el Cabildo
trataron de proporcionarse los libros necesarios para la instrucción
del clero, comprándolos en algunas ciudades de Francia y de
Italia; porque lo mismo que sucede ahora con los libros impresos, los
Códices o libros manuscritos también debían venderse en los
centros destinados a utilizar este negocio.

Aprovechando pues
la facilidad de las comunicaciones marítimas, los libros se traerían
por mar. Así consta que se trajo en época más reciente la numerosa
colección de libros grandes impresos, que usan los señores
Capitulares en el coro. Dichos libros, según es de ver en las
notas del archivo
capitular,
los regaló el año 1687 a
esta catedral el Dean que era de la misma D. Victorino
Loreda
. Fueron impresos y encuadernados en Venecia.


Volviendo a los Códices, si bien en los tiempos próximos a
la reconquista de esta ciudad hubieron de adquirirse la mayor parte
en el extranjero, posteriormente ya se confeccionaron algunos en este
pais, especialmente los que pertenecen a la sagrada litúrgia.


Según notas del archivo, varios de estos últimos libros
fueron escritos por los monjes del antiguo Convento de
Benifasar
. Se comprende que en los monasterios se
dedicaron mucho a estos trabajos. El estado de retiro en que se
hallaban aquellos religiosos dedicados tan sólo a la vida
contemplativa, les permitía emplear mucho tiempo en unos escritos
que exigían gran paciencia, por la multitud de viñetas y
miniaturas con que solían adornarse los libros
llamados de coro.
Además los monjes conocían
perfectamente el canto llano, pues los divinos oficios se practicaban
en los monasterios con grande solemnidad.
Por ello siendo muy
prácticos en escribir sus numerosos libros de coro, que eran una
verdadera gloria de sus iglesias, no es de extrañar que los
compusieran para las catedrales, y aún para algunas parroquias
distinguidas.

Los Códices de materias científicas también
requirían grandes centros, donde se pudiese facilitar a los
escribientes abundancia de originales adquiridos a precios muy
subidos, y sobre todo garantidos o libres de errores, pues ya
se sabe cuanto suele haber de esto en las copias.

Lo mismo
que decimos de los centros donde se escribían los Códices puede
aplicarse a los que los adquirían. Por lo general debían ser
Cabildos, Universidades, Conventos, etc.; porque sólo estas
colectividades podían tener medios para proporcionarse buen número
de libros, a fin de formar una
Biblioteca completa, donde
pudiesen adquirir la debida instrucción el clero y las personas
seglares.

Concretándonos a la iglesia de Tortosa,
además de tener como hemos dicho recursos bastantes para formar una
biblioteca de gran valor, le era también necesaria, pues
estaba en su organización, atendido el interés que tuvo siempre en
instruir al clero, como lo demuestran muchos datos históricos
que han quedado.




códices-medio-instrucción-clero


sábado, 25 de mayo de 2019

TRAS LA RECONQUISTA DE OLIETE


2.85. TRAS LA RECONQUISTA DE OLIETE (SIGLO XII. OLIETE)

TRAS LA RECONQUISTA DE OLIETE (SIGLO XII. OLIETE)


El tramo medio y final de la ribera del río Martín había ido cayendo paulatinamente en manos de los ejércitos cristianos aragoneses, desempeñando un papel fundamental en esta tarea las órdenes militares, que pronto se convertirían en agentes repobladores de las nuevas tierras.

Entre las localidades que se vieron libres de la administración musulmana, los cristianos de Oliete se aprestaron a la reconstrucción de lo poco que quedaba en pie, pues el poblado había quedado completamente arrasado por la acción devastadora de la cruenta guerra. Se levantaron casas, corralizas, pajares; se reconstruyeron la iglesia, el horno y la ferrería (herrería). Al toque de vecinal, en fin, se adecentaron las calles y la plaza.

Durante varios meses, la actividad fue frenética, pues a la vez había que volver a poner en explotación los campos arrasados por la lucha y recuperar el ganado de la subsistencia.

Una tarde, al remover los escombros de una vivienda de la que apenas quedaba su planta, el trabajo se hizo penoso al encontrarse con una enorme mole de piedra. Como se echaba la noche encima, los vecinos de Oliete, cansados por la tarea, decidieron reemprender los trabajos a la mañana siguiente.

Con las primeras luces, pertrechados con enormes troncos para que sirvieran de palanca, se reunieron más de veinte hombres en torno al «cantal» que les había dificultado los trabajos la tarde anterior. Aplicando maña y fuerza, lograron moverlo. Su sorpresa fue grande al ver que servía de cubierta a un hoyo, en cuyo interior —cubierta con telas— apareció una imagen de la Virgen. Sin duda, había sido escondida precipitadamente por los antiguos pobladores cristianos poco antes de su huida.

Sima de San Pedro, Oliete, Teruel
sima de San Pedro, Oliete

Tras más de cuatro siglos de abandono del pueblo, nadie tenía noticia de aquella imagen a la hora del regreso, a la que buscaron acomodo hasta resolver qué hacer con ella, y no sabiendo su nombre, acordaron ponerle el de Nuestra Señora del «Cantal», en recuerdo de la piedra que la había ocultado y salvado de los moros. Cuando los trabajos de reconstrucción dieron fin, determinaron construirle a la imagen una ermita.

[Faci, Roque A., Aragón..., II, 104-105.
Bernal, José, Tradiciones..., 183.]


miércoles, 22 de mayo de 2019

EL FRACASO DE LA RECONQUISTA DE IBIZA


2.77. EL FRACASO DE LA RECONQUISTA DE IBIZA (SIGLO XIII. TORLA Y BROTO)

EL FRACASO DE LA RECONQUISTA DE IBIZA (SIGLO XIII. TORLA Y BROTO)


Jaime I fue tutelado de niño por los Templarios en el castillo de Monzón, compartiendo educación y juegos con un muchacho de su edad, Íñigo Zaidín, descendiente de infanzones sobrarbenses. Cuando Jaime I dejó Monzón y accedió al trono, Íñigo marchó con él siendo nombrado alférez real.
Pasó el tiempo y, tras reconquistar Valencia, Jaime I planeó la toma de Mallorca y se lanzó al Mediterráneo. Con él se embarcó Iñigo Zaidín, que participó en la lucha y tomó con sus hombres la torre del homenaje del castillo mallorquín. El rey incorporó Mallorca, e Íñigo ganó fama, una grave herida y a la princesa Zoraida, hija del rey moro destronado, de la que se enamoró perdidamente y a la que debió la vida merced a los cuidados que le dispensara.

Meses después, el reyezuelo moro de Ibiza desafió a Jaime I al negarse a pagar el tributo que debía al rey aragonés, quien enojado decidió tomar la isla. Para ello —asuntos urgentes le requerían en tierras valencianas— encomendó la expedición a Íñigo Zaidín, ya repuesto de sus heridas.

Tras preparar la acción bélica, el ejército aragonés atacó, esperando para ello la oscuridad absoluta que proporciona siempre la luna nueva. Pero una vez comenzado el asalto, de repente, el cielo se iluminó con miles de antorchas, a la vez que enormes cubos de aceite caían sobre los soldados cristianos, que a duras penas pudieron huir hacia sus barcos. El ataque fue un total fracaso y del alférez Iñigo Zaidín jamás se supo nada, pues desapareció.

Meses más tarde, en Monte Perdido, guarecido en una rústica choza, apareció un eremita solitario, pronto conocido en la comarca tanto por el autocastigo que se aplicaba como por sus ayes lastimeros pidiendo perdón por una traición cometida en el pasado. Así vivió durante más de veinte años, hasta que una mañana un pastor lo encontró muerto. Pero también halló, escrita con su propia sangre en la piel blanca de un cordero, esta frase:
«Don Jaime, perdóname. Yo os traicioné y a mis compañeros también en la conquista de Ibiza».
Enterado el rey de la muerte de su amigo lloró por él, y construyó en su memoria una ermita en Monte Perdido, mientras todavía se pueden oír hoy los ecos de voces quedas pidiendo perdón por una traición que nadie reconoce.
[De Salas, Javier, «La leyenda de Monte Perdido», Folletón Altoaragón, 50, pág. XV.]

RECONQUISTA DEL CASTILLO DEL MALLO


2.76. RECONQUISTA DEL CASTILLO DEL MALLO (SIGLO XIII. MOSQUERUELA)

RECONQUISTA DEL CASTILLO DEL MALLO (SIGLO XIII. MOSQUERUELA)


Alfonso II, al reconquistar Teruel, comenzó a abrir la ruta que permitiría a los cristianos descender a la huerta levantina, como así haría, fundamentalmente, Jaime I. Sin embargo, a los lados de este camino, quedaron todavía muchas fortificaciones en manos de los musulmanes. Ese era el caso de la fortaleza mora del Mallo, situada a escasos kilómetros de Mosqueruela.
Estaba ya Jaime I en Valencia cuando el Mallo todavía obedecía a los musulmanes. Lo inexpugnable de la fortaleza, el avituallamiento abundante de la guarnición y lo inhóspito de la región hicieron que los cristianos no distrajeran fuerzas en su asedio, puesto que estimaban que ya llegaría el momento en que el castillo se rendiría por sí solo. Sin embargo, los habitantes de Mosqueruela, cuando promediaba el año 1234, decidieron acabar con un enclave que, de cuando en cuando, creaba problemas a sus ganaderos. Pero como no contaban con fuerzas suficientes, idearon la manera de hacerlo mediante la astucia.
El alcaide moro de la fortaleza tenía al servicio de su favorita a dos esclavas cristianas, una de las cuales, Gracia, estaba enamorada de Ramiro. Éste, conocedor como nadie del terreno, se aventuraba cada noche a ir al castillo y, entre las sombras, llegaba al lado de Gracia. Entre los dos enamorados, además de amor comenzó a hablarse de fuga, de libertad y de boda.

Buscó Ramiro y encontró la comprensión de los de Mosqueruela que decidieron ayudar a los enamorados y, de paso, tomar la plaza. Así es que idearon el plan. Debían aprovechar el momento en el que los moros salían de la fortaleza para hacer las abluciones en un barranco cercano. Ramiro y un amigo suyo, ocultos desde la noche anterior en unos matorrales, entrarían entonces en el castillo, cerrando la puerta.

Todo sucedió como estaba previsto, de modo que, cuando regresaron desarmados los moros de sus rezos, se encontraron entre la puerta cerrada y las armas de los cristianos que esperaban apostados el momento. Era el 24 de junio de 1234 y los vencidos fueron llevados como prisioneros a Mosqueruela. Sólo se permitió la libertad a un anciano, que pasó el resto de su vida viviendo en una oquedad cercana.
[García, Mariano, «El castillo del Mallo», Miscelánea Turolense, 9 (1892), 150-151.]


https://www.descubreleyendas.es/Info/Consultas.aspx?idLeyenda=624

https://es.wikipedia.org/wiki/Mosqueruela

Mosqueruela es una localidad y municipio español de la provincia de Teruel, en la comunidad autónoma de Aragón. Perteneciente a la comarca Gúdar-Javalambre, el término municipal tiene un área de 265 km² y una población de 558 habitantes (INE 2017). Durante la Edad Media y todo el Antiguo régimen, hasta la división provincial de 1833, fue tierra de realengo, quedando encuadrada dentro de la comunidad de aldeas de Teruel en la sesma del Campo de Monteagudo.

Mosqueruela se encuentra a 1471 msnm —es uno de los municipios de Aragón situado a mayor altitud— en la vertiente oriental de la sierra de Gúdar, próxima al límite con la provincia de Castellón. Está a unos 100 km de la capital provincial, a 84 km de Castellón de la Plana y a 54 km de Mora de Rubielos, la capital comarcal.

La temperatura media anual en Mosqueruela es de 8,3 °C. Las fechas de las primeras y últimas heladas varían entre las partes más altas y las más bajas del municipio; suelen estar entre septiembre-octubre para las primeras y mayo-junio para las últimas. Por el contrario, en verano las temperaturas suelen ser elevadas y las tormentas frecuentes.

La precipitación anual media es de 800 mm, si bien las precipitaciones se distribuyen de forma irregular a lo largo de año. A finales del invierno y comienzo de la primavera son frecuentes las nevadas. La influencia de la vegetación ofrece una sensación de frescor en verano, acompañada de una notable humedad ambiental.

Se piensa que el topónimo Mosqueruela procede del término mosquera, «descansadero de ganado trashumante, punto de parada para descansar, abrevar y refugiarse del calor». Las mosqueras habitualmente son áreas arboladas con una fuente, y se localizan en el trazado de las vías pecuarias, por ejemplo las cañadas reales, utilizadas para el desplazamiento. Todas estas condiciones se cumplen en la ubicación actual del municipio, y los pastizales de verano a donde se trasladaban los rebaños trashumantes se localizan a media jornada del mismo.

En el término municipal, los yacimientos arqueológicos más antiguos corresponden a los denominados «talleres de sílex», fechados habitualmente en la Edad del Cobre. Sin embargo, la primera ocupación estable se da durante la Edad de Bronce (yacimientos de Osicerda en sus niveles inferiores, Mas de Simón y Castillo del Mallo).

En la época ibérica tiene lugar una ocupación intensa del territorio, con yacimientos de importancia en San Antonio, Mas Rayo, Torre Agustín y el ya comentado de Osicerda. Curiosamente, la época romana es menos conocida, pues sólo se han podido constatar restos arqueológicos en Torre Agustín, Mas de la Torre Quemada y en las laderas del cerro de San Antonio.

De acuerdo al historiador Jerónimo Zurita, Mosqueruela fue reconquistada a los musulmanes por Alfonso II el Casto en 1181. Debido a su posición fronteriza, la localidad fue utilizada por Jaime I el Conquistador como bastión inicial para la conquista del Reino de Valencia. En sus inmediaciones se alzó el castillo de Mallo o Majo, que estuvo en poder musulmán hasta 1234, año en el que los vecinos de Mosqueruela consiguieron apoderarse de él. En 1333, reinando Alfonso III, se consiguió la adhesión de dicho castillo a Mosqueruela, después de una dura pugna con la vecina Villafranca del Cid.

En la Edad Media, Mosqueruela desarrolló una intensa actividad relacionada con la ganadería y el comercio de la lana. A lo largo del siglo XIII y primeras décadas del XIV, fue frecuente la presencia de la villa en la documentación de la Cancillería Real Aragonesa, debido a los conflictos de pastos que tuvo con la poderosa Casa de Ganaderos de Zaragoza. Estos conflictos fueron frecuentes durante casi todo el siglo XIV, sobre todo los generados entre la Sesma del Campo de Monteagudo —a la que pertenecía Mosqueruela— y las villas de Castellón y Villarreal. Esta situación llegó a su término en 1390 con la sentencia arbitral de Villahermosa, que gestó las normas que regirían la ganadería extensiva de la región.

A finales del siglo XIV, cuando estalló la Guerra de los dos Pedros enfrentando a Aragón y Castilla, Mosqueruela no llegó a ser ocupada. Como premio recibió el título de Villa (1366) y el privilegio de celebrar ferias y mercados; además, la Comunidad de Teruel pasó a denominarse Comunidad de Teruel y Villa de Mosqueruela, siendo esta última cabecera de 65 aldeas dependientes. Desde ese momento, Mosqueruela tuvo jurisdicción civil y criminal propia, formó parte de la red de aduanas del Reino y como villa de realengo gozó de representación en las Cortes.

ASEDIO Y RECONQUISTA DE MORA DE RUBIELOS


2.74. ASEDIO Y RECONQUISTA DE MORA DE RUBIELOS
(SIGLO XII. MORA DE RUBIELOS)

ASEDIO Y RECONQUISTA DE MORA DE RUBIELOS  (SIGLO XII. MORA DE RUBIELOS)


Después de la toma y repoblación de la ciudad de Teruel por Alfonso II, rey de Aragón, el ejército cristiano prosiguió su avance con intención de apoderarse de las tierras levantinas.
Por la historia que nos es conocida, sabemos que este intento quedó fallido de momento, aunque es cierto que se lograron recuperar algunas poblaciones situadas al sur de la actual provincia turolense. Por estas tierras precisamente, el ejército aragonés sitió el castillo musulmán de Mora de Rubielos (quizás sepultado bajo el actual), donde el enemigo se había concentrado y hecho fuerte tras la caída de Teruel.
Vemos, pues, a los cristianos rodeando el alcázar de Mora. Después de varios días de asedio, y cuando los cristianos creían que los moros estaban a punto de rendirse por hambre, observaron con asombro que los sitiados les arrojaban por el muro toda clase de vituallas, dando la sensación de que les sobraban todavía los alimentos y que, por ello, podrían resistir durante mucho tiempo la presión cristiana e incluso recibir ayuda exterior. Tanto es así que los capitanes del rey Alfonso II de Aragón, descorazonados y de mutuo acuerdo, dieron la orden de retirarse a posiciones más retrasadas, concretamente al monte de «El Castellar», donde acamparon.
No obstante, mediada aquella misma noche, se apareció a los centinelas aragoneses que velaban el campamento el mismo san Miguel Arcángel, diciéndoles que volvieran y rodearan de nuevo la plaza de Mora, puesto que los víveres que, en efecto, habían visto arrojar por las murallas del castillo eran con toda seguridad los últimos que les quedaban a los moros, tratando de engañarles, como así había sucedido.
Informados los jefes cristianos por los centinelas de aquella revelación del cielo, el propio rey ordenó sitiar de nuevo la fortaleza con las primeras luces del alba, lo que motivó que los moros, al ver que su estratagema no había dado el resultado apetecido, prefirieron entregarse antes que luchar sin esperanzas de éxito. Mora de Rubielos pasó así a poder de los cristianos, que comenzaron la repoblación de la zona.
[Recogida oralmente.]

lunes, 20 de mayo de 2019

LA RECONQUISTA DE VILLEL

2.72. LA RECONQUISTA DE VILLEL (SIGLO XII. VILLEL)

LA RECONQUISTA DE VILLEL (SIGLO XII. VILLEL)


Desde hacía diez años, la reconquista de Teruel por las tropas cristianas era ya un hecho, como lo era la amenaza que tal enclave suponía para las poblaciones todavía musulmanas aguas abajo del Guadalaviar.
Entre estos enclaves moros amenazados se encontraba Villel, cuyo alcaide, Setí Mahomat, se esforzaba en hostigar los alrededores de Teruel intentando debilitar las fuerzas enemigas. No obstante, todo era en vano, pues a aquellas alturas el desequilibrio de fuerzas era ya un hecho incontestable.
De pronto, los acontecimientos se precipitaron con rapidez. El valiente Setí Mahomat tenía una esclava cristiana, a la que había hecho prisionera en una de sus correrías, y de cuya belleza se había enamorado.

Sin saberlo Setí, también había hecho prisionero a un hermano de la muchacha o, mejor dicho, se había dejado capturar para tramar la caída de Villel.
El joven, una vez dentro de la población, se puso en contacto con su hermana y tramaron el futuro plan a seguir. Además, la joven consiguió de Setí Mahomat la liberación de su hermano, que regresó a Teruel con la misión cumplida.
Era noviembre de 1181 y los moros de Villel se hallaban en el cerro de la Horca celebrando la boda de un capitán. Al mediodía, en el castillo, la esclava cristiana, aprovechando la soledad en que se encontraban, confiado en su regazo Setí Mahomat, le clavó una larga aguja de salmar que llevaba oculta entre las trenzas, causándole la muerte.
Consumado el crimen, la esclava se hizo visible en una de las almenas del castillo, y agitando un pañuelo, tal como había convenido con su hermano, avisó a los cristianos, que estaban apostados en las cuevas y cerros inmediatos. Dirigidos por Martín Pérez, señor de Escondilla, las huestes cristianas tomaron el castillo y la población, pasando a cuchillo a cuantos se resistieron. Las mujeres moras, antes que caer como esclavas de los cristianos, cubriéronse la cabeza con el velo y se lanzaron a las aguas del río, librándose así de la deshonra.
Martín Pérez fue nombrado señor de Villel por el rey, que se reservaba el castillo, el horno y el molino.
[Gisbert, Salvador, «Tradiciones turolenses...». Heraldo de Teruel, 2 (1896), págs. 3-4.]


https://es.wikipedia.org/wiki/Villel

Villel es una localidad y municipio español de la provincia de Teruel perteneciente a la comarca de Comunidad de Teruel, en la comunidad autónoma de Aragón. En el censo de 2018 Villel tenía 327 habitantes.

Está situado a la derecha del río Turia. Comprende los caseríos o mases El Campo, La Fuensanta, Rueda, Torrejón, Vadillo, Viñuelas y el balneario de Los Baños.

A unos dos kilómetros se encuentra el santuario de nuestra Señora de la Fuensanta, que es el principal centro de devoción de la comarca, es un lugar situado entre las montañas y varios pueblos celebran en este santuario una romería anualmente. Pero cabe destacar la más importante que es la de Villel el segundo sábado de mayo.

Conserva su castillo parcialmente en ruinas y, sobre todo, su torre del homenaje. Pertenecía a los Aben Razin, de Albarracín, y fue ocupado por El Cid camino de Valencia.

Reconquistado por Alfonso II, quien lo entregó a los Templarios, fue primeramente una Encomienda de la Orden del Temple.

En el siglo XIV fue cabeza de Encomienda de la Orden de San Juan, encuadrada en la Castellanía de Amposta, y primer destino de Juan Fernández de Heredia, quien llegó a ser gran maestre de Rodas.

Lo conquistó Pedro I de Castilla en el transcurso de una guerra entre Aragón y Castilla, y en la Guerra de la Independencia lo ocupó también el ejército napoleónico.

Virgen de la Fuensanta:
Según la tradición, la imagen fue hallada por un pastor de nombre Juan Pérez en 1238; su imagen se venera en el Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta -edificio gótico tardío situado al poniente de la villa, construido en 1561.


https://www.escapadarural.com/que-hacer/villel

https://www.clubrural.com/que-ver/teruel/villel

https://www.youtube.com/watch?v=2gsczP-rvp4






jueves, 9 de mayo de 2019

LA RECONQUISTA DE MALUENDA, siglo XII


2.56. LA RECONQUISTA DE MALUENDA (SIGLO XII. MALUENDA)

A lo largo y ancho del valle del Ebro, algunas poblaciones como Belchite, por ejemplo, decidieron capitular sin lucha nada más caer Zaragoza en manos de Alfonso I el Batallador, pero no ocurrió así en otros núcleos importantes del reino moro sarakustí, como son los conocidos casos de Calatayud, Daroca o Tarazona que, dada la tenaz e importante resistencia que opusieron, tuvieron que ser tomadas por la fuerza de las armas.

En efecto, el rey aragonés, crecido por el éxito logrado ante los imponentes muros de Zaragoza y auxiliado por varios caballeros franceses, como el conde Guillermo de Poitiers, se dirigió hacia Calatayud —amparada en su magnífico castillo y considerada como la auténtica llave del Jalón— y la sitió. Luego, una vez asegurado su cerco, partió inmediatamente siguiendo el curso del río Jiloca para tratar de salir al paso de los almorávides, quienes, por fin, se decidieron a socorrer a sus correligionarios del valle del Ebro, y a los que Alfonso I vencería en Cutanda en 1120.

LA RECONQUISTA DE MALUENDA (SIGLO XII. MALUENDA)


Pero el camino de los expedicionarios desde Calatayud a Daroca y Cutanda no fue nada fácil, puesto que cerca de la primera, en el lugar de Maluenda —donde se habían concentrado moros de otras poblaciones aledañas— tuvo lugar un encarnizado e inesperado combate campal en el límite con las casas del poblado, circunstancia que no sólo retrasó la expedición hacia su principal objetivo sino que, según la leyenda, originó importantes pérdidas humanas en la hueste de los cristianos aragoneses.

restos, castillo, Maluenda
Restos del Castillo de Maluenda, sitiado en el siglo X por Abderramán III.


Aunque acabó saliendo victorioso Alfonso el Batallador de la contienda y la guarnición mora de Maluenda tuvo que entregar al fin las llaves (lo cual significaba un problema menos para Calatayud que seguía sitiada), una partida de soldados aragoneses tuvo que retrasarse del resto de expedicionarios para enterrar a sus muertos, asistir a los heridos y hacerse cargo de los
prisioneros. Fue entonces cuando los canteros que formaban parte de la expedición labraron y erigieron la Cruz Blanca —todavía existente como testigo de aquel suceso— y la colocaron enhiesta en el mismo sitio en el que tuvo lugar la batalla, en conmemoración y recuerdo de quienes cayeron allí.
[Recogida oralmente.]


https://es.wikipedia.org/wiki/Maluenda

Maluenda es un municipio español en la provincia de Zaragoza, perteneciente a la Comunidad de Calatayud, comunidad autónoma de Aragón. Tiene un área de 40,09 km² con una población de 989 habitantes (INE 2016) y una densidad de 26,94 hab/km².

Maluenda está situada en el Sistema Ibérico a orillas del Jiloca a 581 msnm. Comprende una superficie de 4 037 hectáreas, de las cuales 400 son de regadío y 2 000 de secano, correspondiendo el resto al casco urbano y al monte público. Dista 9 km de la capital comarcal, Calatayud, y 90 km de Zaragoza.

Límites:
Noroeste: Paracuellos de Jiloca
Norte: Paracuellos de Jiloca
Noreste: Villalba de Perejil
Oeste: Munébrega
Este: Belmonte de Gracián
Suroeste: Olvés
Sur: Alarba

Sureste: Velilla de Jiloca y Morata de Jiloca

Aunque los orígenes de Maluenda no están completamente esclarecidos, se sabe que existió un asentamiento en la Edad de Bronce, situado en el cerro detrás del Castillo, en donde aún se perciben restos de muros y otras edificaciones. En él se han encontrado diversos materiales como molinos barquiformes, cerámicas de tipología diversa y utillaje lítico en sílex, hoy expuestos en el Museo arqueológico de Calatayud.

En cuanto a época indígena, el hallazgo más notable es un tesoro de denarios ibéricos, junto a un número importante de denarios romanos republicanos que se fechan entre los años 90 y 79 a.C., por lo que su ocultación se relaciona con la Guerra de Sertorio, tan determinante en este territorio. Asimismo, hasta hace pocos años se conservaba un puente romano que permitía cruzar el río Jiloca.

En la Edad Media Maluenda fue una importante plaza militar, como así lo atestiguan sus importantes restos fortificados, y el hecho de ser mencionada por fuentes árabes en las luchas de la Marca Superior contra el poder central de Córdoba. La fortaleza de la plaza existía ya en el siglo X, y es que, según el geógrafo al-Udri, el califa Abderramán III acampó ante los muros del castillo de Malonda, nombre con el que aparece nombrada la villa en documentos de la época. Ello sucedió en los años 933-934, durante la primera campaña de castigo contra el rebelde Muhammad al-Tuyibí de Zaragoza, y luego en (937), cuando la fortaleza, defendida por el propio al-Tuyibí, fue definitivamente ocupada por los ejército califales.

En 1120, Maluenda fue reconquistada para los reinos cristianos por Alfonso I el Batallador y en 1255 pudo ser el escenario de una reunión secreta mantenida entre Jaime I de Aragón y Enrique de Castilla —hermano de Alfonso X el Sabio—, narrada en el Libro de las tres razones del Infante Don Juan Manuel. Posteriormente, en la Guerra de los dos Pedros, desempeñó un importante papel en la defensa del corredor del Jiloca, entre Daroca y Calatayud.​ Tropas castellanas se apoderaron del castillo en 1363. En Maluenda se encontraba el Archivo de la Comunidad de aldeas de Calatayud que en el día de hoy aún no se ha localizado.

Ya en el siglo XIX, el historiador Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España de 1845, describe a Maluenda en los términos siguientes: «Tiene 150 casas de mala fábrica y 100 cuevas de peor calidad, que se distribuyen en calles estrechas y 2 plazas; casa de ayuntamiento; escuela de niños». Menciona también la existencia de tres iglesias parroquiales: la de la Asunción de Nuestra Señora, la de San Miguel y la de las Santas Justa y Rufina, así como seis ermitas. Refiere que «Los vecinos se surten para sus usos de las aguas del río Jiloca, de buena calidad» y resalta la producción de trigo, cebada, vino, cáñamo, legumbres y hortalizas, indicando que había «1 fábrica de papel de estraza, batanes, tintes y 2 molinos harineros».

El Castillo, actualmente en ruinas, es una de las pocas fortalezas auténticamente musulmanas de tapial. De acuerdo a La Chanson de Roland, cuando Carlomagno organizó su marcha contra Zaragoza, era Blancandrín su alcaide, lo que indica que fue una de las primeras fortalezas construidas por los musulmanes en Al-Andalus.

La fortaleza se alza sobre una pelada muela oblonga desde donde se domina el pueblo. Tiene planta alargada, cuyo eje mayor era de unos 80 m, adaptada a la cumbre del monte. Consta de dos torreones y un recinto amurallado, parcialmente conservado en el lado orientado hacia la población, pero prácticamente desaparecido en el lado opuesto. Los torreones se sitúan en el lado oeste, son rectangulares y de gran volumen.

http://www.castillodemaluenda.com/vinos/index.php



miércoles, 8 de mayo de 2019

LA RECONQUISTA DE ALAGÓN


2.50. LA RECONQUISTA DE ALAGÓN (SIGLO XII. ALAGÓN)

La ciudad de Zaragoza había caído en manos de Alfonso I el Batallador, pero de nada hubiera servido la gesta si no aseguraba, asimismo, las poblaciones aledañas, todavía en manos de los musulmanes, cual era el caso de Alagón, ubicada entre los ríos Ebro y Jalón.
Si el ejército cristiano había sido capaz de acabar con la resistencia tenaz de Zaragoza, parecía poco probable que el castillo de Alagón pudiera constituir un obstáculo insalvable y hacia allí se dirigió el Batallador con sus huestes. Rodeó la fortaleza para que no pudiera recibir ayuda externa e hizo intentos de forzarla, pero fracasaron. Se vislumbraba, quizás, un asedio más largo de lo previsto, lo cual chocaba con los intereses del rey aragonés, que quería y necesitaba asegurar la capital en el menor tiempo posible.

No obstante, un hecho singular precipitó los acontecimientos cuando cayó aquella noche. Unas luces misteriosas, sólo visibles desde el campo aragonés, guiaron a los conquistadores hasta la puerta del castillo. Aunque la aproximación se hizo con sigilo, cabía esperar que los centinelas estuvieran alerta, pero nadie pareció darse cuenta: estaban dormidos.

Sin oposición alguna, atravesaron el foso circundante, se escaló el muro, fueron abiertas las puertas y se tomó la fortaleza todo ello en un abrir y cerrar de ojos, degollando a los pocos moros que por fin ofrecieron resistencia. La torre del homenaje no tardó en sucumbir también.

En unos instantes, se hizo el silencio. Los soldados cristianos, jadeantes todavía, no daban crédito a sus ojos, pues en una adaraja del lienzo principal del castillo se destacaba majestuosa y envuelta en luces intensas una talla de madera de la Virgen, la que había iluminado su marcha en la noche oscura. No dudaron en llamarla desde ese instante Nuestra Señora del Castillo, tal como la han conocido y venerado los siglos posteriores.


Nuestra Señora del Castillo, Alagón, Zaragoza

El rey Alfonso, tras dar gracias a Dios por la ayuda recibida y dejando al mando de la fortaleza recién tomada a un tenente de su confianza, prosiguió la lucha contra los infieles.

[Faci, Roque A., Aragón..., I, pág. 35.]

https://www.turismodezaragoza.es/provincia/patrimonio/renacentista/ermita-virgen-del-castillo-alagon.html

http://www.patrimonioculturaldearagon.es/bienes-culturales/plaza-del-castillo-alagon


https://www.flickr.com/photos/momentoscofrades/2841551700


Blasco de Alagón en la historia de Jaime I el conquistador

viernes, 3 de mayo de 2019

LA RECONQUISTA DE MONZÓN


2.44. LA RECONQUISTA DE MONZÓN (SIGLO XI. MONZÓN)

Para los montisonenses, el día de san Juan del año 1089 amaneció como cualquier otro del recién estrenado verano, bajo el poder y la administración de los musulmanes. En realidad, poco podía sospechar nadie dentro de sus muros que, en tan señalada fecha para los cristianos, podría cambiar el signo de la historia para ellos.
No obstante, hacía ya unos días que la población se resistía al cerco del ejército cristiano, acampado a las órdenes del rey aragonés Sancho Ramírez y de su hijo, el infante Pedro (que será Pedro I). De pronto, se oyó desde el interior de la ciudad un rumor de voces y galopar de caballos que poco a poco fue transformándose en estrépito insoportable y, casi sin que hubiera reacción por parte de los defensores, sorprendidos ante tan importante ataque, el ejército aragonés tomó el castillo y recuperó la ciudad para la cristiandad, después de más de trescientos setenta años de dominio moro.
Aún no se sabe con certeza si la facilidad con que las tropas aragonesas tomaron el magnífico castillo fue fruto de la traición de algunos musulmanes montisonenses o si la sorpresa facilitó la victoria. Lo que sí se recuerda con claridad es cómo, en el momento del asalto, se oyó sonar en el campamento cristiano una campana a modo de contraseña. Tanto es así que, en recuerdo de esa campana, la ciudad recibió a partir de ese momento el nombre de Mon-só, que en lenguaje lemosín significa «monte» y «sonido».
En la memoria colectiva de los montisonenses anidó la convicción de que la traición de algunos musulmanes, cansados del largo asedio que padecían y sin visos de que les llegara refuerzo exterior alguno, fue la causa desencadenante de la entrada sorprendente de las tropas cristianas. Sin duda alguna, la añeja calle de la «Traición» es testimonio de lo sucedido.
El rey aragonés, nada más tomar posesión de la plaza, con objeto de reconocerla en el futuro, designó como escudo de armas de Mon-só —Monzón—, una campana y un castillo, en memoria de tan fabulosa hazaña.

escudo, Monzón, Monsó, Huesca, Osca

[Castillón Cortada, Francisco, El castillo de Monzón, pág. 16.]




LA RECONQUISTA DE MONZÓN (SIGLO XI. MONZÓN)




  • Castillo Conventual Templario (Monzón, HUESCA), Patrimonio Cultural de Aragón











  • LA RECONQUISTA DE LUNA


    2.38. LA RECONQUISTA DE LUNA (SIGLO XI. LUNA)

    En la mente y en el deseo de los cristianos aragoneses estaba la toma del enclave de Huesca, una de las llaves que podrían abrir el camino hacia Zaragoza. Pero para ello era preciso ir eliminando paulatinamente otros obstáculos menores, como el que significaba la hoy villa zaragozana de Luna, situada al pie de la sierra de Luna, junto al río Arba de Biel. Preparada la correspondiente campaña, Luna fue reconquistada a los musulmanes, en 1092, por Sancho Ramírez, rey de Aragón y Navarra, al que sorprendería accidentalmente la muerte dos años después en el sitio de Huesca.
    Como en tantas otras ocasiones, la configuración del terreno sobre el que se asentaba el caserío había dado el nombre a la villa, que entonces era el de Monte Mayor, merced a su estratégica situación, y ante Monte Mayor se apostaron los guerreros de Sancho Ramírez.
    Dada la topografía del enclave, no era fácil apoderarse de la villa, a la que se cortó toda posibilidad de recibir refuerzos externos. Se estudió detenidamente la estrategia a seguir y se convino en esperar a que luciera en lo alto del cielo la luna llena para atacar de noche, como así se hizo.
    Tras la conquista de Monte Mayor todo fueron novedades, e incluso sus nuevos dueños cambiaron su anterior denominación por la de Luna, en recuerdo de aquella luna llena que iluminara desde el firmamento los edificios, las calles y las plazas de la villa, convirtiéndose así en el mejor aliado del rey cristiano y de sus tropas.
    [Zapater, Alfonso, Aragón pueblo a pueblo, tomo X, pág. 1.543.]







    LA RECONQUISTA DE LUNA

    Luna es un municipio y población de España, de la Comarca de las Cinco Villas, perteneciente al partido judicial de Ejea de los Caballeros al noroeste de la provincia de Zaragoza, comunidad autónoma de Aragón, a 65 km de Zaragoza. Tiene un área de 308,92km² con una población de 733 habitantes (INE 2016) y una densidad de 2,37 hab/km². El código postal es 50610.


    Desde el punto de vista eclesiástico, depende de la diócesis de Jaca que, a su vez, es sufragánea de la archidiócesis de Pamplona.

    Actualmente, lo que se conoce como municipio de Luna comprende los siguientes núcleos:

    Luna
    Júnez

    Su término municipal linda por el norte con el de la población de El Frago y con Agüero, al este con Valpalmas, Piedratajada y Gurrea de Gállego, al sur con Las Pedrosas, Erla, Sierra de Luna y Castejón de Valdejasa, y al oeste con los de Ejea de los Caballeros y Orés.

    Las mayores alturas corresponden al Fragal (856 m), que marca la divisoria entre Luna, El Frago y Orés; a Monlora (657 m); a la Peña del Valiente (620 m); y a Santiá (389 m), que marca la separación entre Erla, Luna y Ejea.

    Está atravesado de norte a sur por el río Arba de Biel, del que es afluente el río Júnez, así como diversos barrancos.

    Castillo palacio de los Luna o torre del reloj.
    Castillo de Villaverde (Luna).
    Castillo de Obano.
    Castillo de Yéquera.
    Iglesia parroquial de Santiago y San Miguel.
    Iglesia de Santiago de la Corona.
    Iglesia de San Gil de Mediavilla.
    Santuario de Nuestra Señora de Monlora.

    lunes, 29 de abril de 2019

    LA RECONQUISTA DE JACA


    2.18. LA RECONQUISTA DE JACA (SIGLO VIII. JACA)

    Tras la conquista musulmana, en el siglo VIII, Jaca estaba gobernada por Abel el Malek ben Omar, pariente del propio Muza. Vivía en el lujoso castillo de Apriz, acompañado por su hija, la hermosa Zaida, con quien llegara desde África hacía algunos años.
    Una tarde del mes de abril, mientras la joven oraba a su dios, se escuchó un rumor lejano que poco a poco se iba acercando: era el walí que regresaba del último combate contra los cristianos. Venía él delante, orgulloso de su nuevo triunfo, seguido de los soldados, que traían un magnífico botín y muchos cautivos. Zaida, inundada por la alegría de saber que su padre estaba a salvo, corrió a esperarlo en la puerta del castillo.
    Los soldados miraban complacidos a la bella muchacha, y las penas de los cautivos parecían atenuarse ante ella. Uno de los cristianos prisioneros no pudo contenerse y gritó: «¡Aragón por san Jorge y las hembras sandungueras!». Este atrevido prisionero no era otro que el conde Waldo, hijo de don Rodrigo, a quien el walí, en lugar de darle muerte, lo hizo prisionero con la esperanza de obtener un buen rescate por él.
    Zaida había quedado prendada del caballero cristiano y de la lisonja que se atreviera a pronunciar. Por eso, salvando múltiples peligros, la joven se decidió a visitar al cautivo en las mazmorras. Allí, ambos se declararon su mutuo amor, y, tras ocho días de visitas clandestinas, Zaida anunció a su padre que Waldo se convertiría al Islamismo y se casaría con ella. Y así acaeció.
    Pero poco duró la felicidad de la pareja, pues la misma noche de la boda entró en Jaca el ejército cristiano y tomó el castillo y la ciudad, acuchillando a todos los infieles, incluido Abel el Malek. Zaida fue hecha prisionera y destinada al servicio de la mujer del conde don Aznar.
    Waldo, que había sobrevivido al ataque, reorganizó el ejército moro e intentó recobrar la ciudad, pero fue derrotado por los cristianos, quienes, junto con algunas otras, expusieron su cabeza ensartada en una lanza para escarmiento de los infieles. Zaida se desvaneció ante tan cruel espectáculo.
    Así castigaba Dios la apostasía de un cristiano.

    [X.X., «En el castillo “Apriz” de Jaca», Aragón, 166 (1940), pág. 59.]

    2.19. LAS MUJERES EN LA RECONQUISTA DE JACA (SIGLO VIII. JACA)

    Jaca, como el resto del actual Aragón, había pasado rápidamente a poder de los musulmanes a comienzos del siglo VIII, y la mayor parte de sus habitantes habían huido hacia las altas montañas en espera de mejores tiempos. Poco después, en San Juan de la Peña, un puñado de no más de trescientos cristianos había nombrado como primer rey de Sobrarbe a García Íñiguez, que no sólo recobró Aínsa y Pamplona, sino que llegó hasta Álava. No obstante, Jaca, a poca distancia del cenobio pinatense, continuaba en manos moras.
    Mientras García Iñiguez recorría victorioso tierras alavesas, capitaneaba en su nombre las tropas cristianas que vivaqueaban por las sierras de San Juan y Oroel, hasta llegar a la vera del río Aragón, un guerrero valiente llamado Aznar. Éste, sintiéndose con fuerzas suficientes, decidió sitiar Jaca hasta ganarla por las armas y repoblarla, reparando sus murallas, restituyendo sus iglesias y poniendo en explotación las tierras circundantes que regaban los ríos Aragón y Gas. El rey García Íñiguez, alentado por la recuperación de Jaca, creó —corría entonces el año 759— el condado de Aragón, designando, como no podía ser menos, al valiente Aznar como primer conde del territorio.
    Al año siguiente, el primer viernes del mes de mayo, no menos de noventa mil moros, a las órdenes de cuatro experimentados adalides, llegaron desde Navarra para tratar de retomar Jaca, dada su importancia estratégica. El conde Aznar les salió presto al encuentro en las tierras onduladas de Guaso, donde el río Gas confluye en el Aragón.
    En la batalla, que fue tremendamente sangrienta y reñida, el menor número de combatientes cristianos fue contrarrestado por su mayor arrojo y por el apoyo moral de la virgen de la Victoria, que se apareció a las tropas para infundirles ánimo. No obstante, fue definitiva la ayuda inesperada de las mujeres jaquesas que, armadas y vestidas completamente de blanco, acudieron en socorro de sus hombres. Sorprendidos, los musulmanes sufrieron una humillante derrota, quedando tendidos en el campo de batalla los cuatro adalides, representados desde entonces en el escudo de armas de la ciudad de Jaca.
    [Anónimo, «Conquista de Jaca», en Eco del Pirineo Central, 4 (Jaca, 1881). Lustono, E. de, «La conquista de Jaca», El Pirineo Aragonés, 3 (Jaca, 1882). Leante García, Rafael, Santuarios..., págs. 101-105.

    Olivera, Gonzalo, Condado de Aragón..., págs. 26-29.]

    https://es.wikipedia.org/wiki/Jaca

    Jaca (Chaca o Xaca en aragonés) es un municipio de la provincia de Huesca, capital de la comarca de La Jacetania en la comunidad autónoma de Aragón, España.


    El término municipal, además del casco urbano de Jaca, incluye los núcleos de población de Abay, Abena, Acín, Ara, Araguás del Solano, Ascara, Asieso, Astún, Atarés, Badaguás, Banaguás, Baraguás, Barós, Bataraguá, Bergosa, Bernués, Bescós de Garcipollera, Binué, Botaya, Caniás, Espuéndolas, Fraginal, Gracionépel, Guasa, Guasillo, Ipás, Jarlata, Larrosa, Lastiesas Altas, Lastiesas Bajas, Lerés, Martillué, Navasa, Navasilla, Novés, Orante, Osia, Ullé, Villanovilla y Yosa de Garcipollera, denominados «barrios rurales» y que acogían a inicios de 2018 a 951 habitantes.



    Panorámica de Jaca a los pies de la peña Oroel desde el Fuerte de Rapitán.
    Panorámica de Jaca a los pies de la peña Oroel desde el Fuerte de Rapitán.

    Jaca es la capital de la comarca de La Jacetania y dista 72 km de Huesca, la capital provincial, y 143 km de Zaragoza. Está situada en el norte de la provincia, en el valle del Aragón, único gran valle paralelo al eje de la cadena pirenaica. La prolongación de este eje, desde la Cuenca de Pamplona, al oeste, hasta la Cuenca de Tremp, al este, facilita las comunicaciones entre Navarra y Cataluña a través del norte de Aragón.


    La ciudad está emplazada en la depresión de la Canal de Berdún, a 818 msnm, sobre una terraza fluvioglaciar en la margen izquierda del río Aragón a la salida del valle de Canfranc, precisamente en el exterior del codo que forma el río al cambiar la dirección norte-sur por la este-oeste que lleva sobre la Canal de Berdún.


    Edad Antigua

    Iaca o Iacca —nombre antiguo de Jaca— era la capital de los iacetanos, citados por el historiador griego Estrabón (siglo I) como un pueblo que se extendía desde las estribaciones del Pirineo hasta las llanuras, llegando hasta la región de los ilergetes alrededor de Ilerda (Lérida) y Osca (Huesca). Poco se sabe de su límite occidental, pero se ha sugerido que pudo estar en Navardún, término céltico que aludiría al antiguo nombre de unos extintos navarri sobre los cuales surgió luego el topónimo Navarra. Los iacetanos (Iakketanoi, en griego) eran parientes de los aquitanos (Akkitanoi), siendo ambos pueblos parecidos. De acuerdo a Estrabón, hubo entre los iacetanos reminiscencias de usos matrilineales, predominio del pastoreo, agricultura complementaria —acaso a cargo de las mujeres— y actividades guerreras como solución habitual a los problemas económicos.

    Iaca acuñó moneda autónoma con alfabeto ibérico y se piensa que controlaba la actual Jacetania y la Canal de Berdún. Excavaciones arqueológicas dentro del casco urbano han descubierto en el nivel más profundo fragmentos de cerámica fabricada a torno con «técnica ibérica», así como cerámica campaniense de tipo A. Dicho material, fechado en el siglo II a.C., supone la aparición de los primeros indicios arqueológicos que se pueden relacionar con la población indígena de Iaca.


    Existe una hipótesis alternativa, menos plausible, postulada en el siglo XVI por el cronista imperial Florián de Ocampo —y que decía haber explicado Alonso de Nebrija—, que afirma que Jaca fue fundada por el capitán griego Dionisio Baco —de sobrenombre Yaco— en el año 1325 a. C.


    En el año 195 a. C., el cónsul romano Marco Poncio Catón inició la conquista de la ciudad que terminó en la primavera de 194 a. C. A fines del siglo III a. C. y comienzos del II a.C., los iacetanos habían efectuado numerosas expediciones de rapiña sobre los suessetanos afincados en las llanuras centrales de Aragón y parece ser que, en general, lo habían hecho impunemente.​ Conociendo la enemistad entre iacetanos y suessetanos, Catón situó a estos últimos delante de la escasa caballería romana ante las puertas de Iaca, provocando la salida de los montañeses, acostumbrados a vencer siempre a sus vecinos; una vez quedó desguarnecida la ciudad, ésta fue conquistada por el cónsul.



    Integrada en el Imperio romano, Jaca constituyó un punto de vigilancia de los caminos del Pirineo y desarrolló una próspera economía cuyo auge se mantuvo hasta el siglo III. En el siglo IV entró en decadencia por la amenaza de los bandidos que atacaban a las caravanas y a los mercaderes que transitaban los caminos pirenaicos.

    En las montañas de los Pirineos se conservaron territorios cristianos tras la conquista de los árabes debido al protectorado carolingio establecido por Carlomagno en la llamada Marca Hispánica. Uno de esos condados fue el núcleo del Reino de Aragón. Hacia 920, establecido por el Reino de Pamplona como condado independiente de los francos, Galindo II Aznárez repobló antiguas poblaciones de la cuenca del río Aragón, a lo largo de la cual se articulaba el condado, entre las que se encontraba Jaca, que entonces era una fortaleza habitada por unos pocos pobladores, una aldea con actividad meramente agropecuaria. Pertenecía a una zona dependiente del monasterio de Siresa y contaba con un monasterio con una iglesia de planta basilical, una nave y cabecera plana, que fue reformada en el siglo XI y derribada en 1841.​


    Jaca era a comienzos del siglo XI un castro (o campamento militar fortificado) perteneciente al Reino de Pamplona, a cuyo entorno había surgido un conjunto exiguo de viviendas, pero que iría cobrando cada vez mayor importancia por su situación al pie del paso de Somport (uno de los más accesibles para acceder a Francia desde la Edad Antigua) y por su situación estratégica en el Camino de Santiago que, en este siglo, iba a cobrar creciente importancia, y como cabeza del camino hacia Pamplona que recorría la Canal de Berdún.



    A la muerte en 1035 del rey de Pamplona Sancho Garcés III, apodado el Mayor, este deja escrito el reparto de sus extensos dominios a sus diferentes hijos. Uno de ellos, Ramiro (1006-1063), que ya ejercía de Régulo en La Jacetania y norte de Huesca, se convertirá en Ramiro I de Aragón y establece en Jaca una residencia regia, posiblemente en el castro fortificado, y situó cerca del monasterio de San Pedro la sede del obispo de Aragón, denominado así hasta que en 1077 Sancho Ramírez dotara a Jaca de su fuero e iniciara, hacia 1082, la construcción de la sede catedralicia. La posesión de fueros, catedral con obispado y su ciudadela, hicieron de Jaca la primera y más importante capital del Reino de Aragón. Sin embargo, entre el monasterio de San Pedro y el castro inicial, la aldea estaba deshabitada. Como señaló José María Lacarra, siendo sede real y residencia habitual del obispo aragonés, comenzaron a llegar personas dedicadas a la administración y comerciantes que hicieron de Jaca algo más que una aldea dedicada exclusivamente a la ganadería y la agricultura.


    Retrato idealizado de Galindo II Aznárez, conde de Aragón, que repobló Jaca en torno a 920.
    Retrato idealizado de Galindo II Aznárez, conde de Aragón, que repobló Jaca en torno a 920.
    Así, en 1063 se celebró en la localidad el Concilio de Jaca. El historiador Jerónimo Zurita, en sus Anales de la Corona de Aragón, refiere que Ramiro I «porque había diversos abusos en el estado eclesiástico y por descuido de los reyes pasados duraban grandes corruptelas contra lo establecido por los sagrados concilios generales que hubo en la primitiva Iglesia, procuró que se congregase en la ciudad de Jaca concilio provincial».

    También señala que este monarca fue el primero de los reyes de la península ibérica en restaurar los «cánones», que no debieron ser otros que los establecidos por el Concilio de Roma de 1059 referidos a la vida canónica y al celibato de los clérigos.


    Otro de los resultados de este concilio fue restablecer la diócesis de Huesca —suprimida durante el dominio musulmán—, quedando la sede provisional en Jaca en tanto no se reconquistara Huesca.


    Pero el definitivo impulso a Jaca se lo dio Sancho Ramírez en 1077 cuando, por lo dispuesto en el mencionado fuero, pionero entre los territorios cristianos y difundido posteriormente en otras ciudades de Navarra o Cuenca, convirtió a la villa en ciudad, la dotó de sede episcopal, en cuya catedral se asentaría el ahora obispo de Jaca, y le dio el estatus que la hacen ser considerada la primera capital del reino entre 1077 y 1096 en que, conquistada Huesca, sucedería en el obispado y capitalidad. Asimismo, edificó Sancho Ramírez un nuevo palacio real en el barrio de Santiago, y unificaría los tres núcleos iniciales (castro fortificado, monasterio de San Pedro y burgo de Santiago) en una sola entidad poblacional unida por dos calles cruzadas, al modo del cardo y decúmano romanos, y las viviendas de todos aquellos hombres francos que quisieran acogerse a los nuevos privilegios que se decretaron para los habitantes de Jaca.


    el fuero de Jaca



    La pérdida de la capitalidad no implicó para Jaca la desaparición de otras funciones urbanas relacionadas con su situación geográfica. Así, siguió desempeñando su papel de ciudad-mercado y de servicios para su comarca; también, como ciudad final de etapa, Jaca cobraba uno de los cinco peajes que se percibían sobre la ruta de Zaragoza a Francia, y albergaba a los peregrinos a Santiago de Compostela.


    Las pestes y los incendios de finales de la Edad Media hundieron a Jaca en una profunda crisis de la que no saldría hasta la intervención de Fernando el Católico para formar un gobierno local. La burguesía se vio favorecida por esta situación y muchos se convirtieron en mecenas de artistas cuyo resultado se puede apreciar especialmente en la catedral.



    Vista aérea de la Ciudadela de Jaca.

    La situación fronteriza de Jaca se fue determinando a medida que se consolidaban los límites territoriales de los reinos europeos y los Pirineos se erigían como eficaz frontera natural. La ciudad se consolidó como plaza militar desde la que defender los reinos peninsulares de una hipotética invasión francesa. A este respecto, Felipe II ordenó la construcción de varias fortalezas a lo largo de todo el Pirineo. En 1592 este monarca ordenó la construcción de una fortaleza en los campos que habían configurado el Burgo Nuevo, el barrio levantado extramuros de la ciudad. Así, se levantó una soberbia fortaleza pentagonal diseñada por el ingeniero italiano Tiburcio Spannocchi, la Ciudadela de Jaca, para dar respuesta a un ejército provisto de artillería. De esa época es también la bella Casa Consistorial (1544), construida según el estilo de los palacios platerescos aragoneses.

    La epidemia de peste que asoló el levante peninsular a mediados del siglo XVII —cuyos primeros brotes surgieron en Valencia en 1647— ocasionó una mortandad entre la población de Jaca del 42%.16​17​ La epidemia llegó en dos oleadas diferenciadas: la primera entre octubre de 1653 y febrero de 1654, y la segunda —la más devastadora— entre mayo y diciembre de 1654.


    En la Guerra de Sucesión, Jaca se puso del lado de los Borbones. Por ello, en 1707 fue asediada por aliados del Archiduque Carlos y socorrida por el marqués de Salutcio a cuya vista se retiraron a un bosque, donde fueron atacados por el marqués de Santa Coloma, quien les mató mucha gente e hizo numerosos prisioneros. El rey Felipe V gratificó a la ciudad de Jaca con los títulos de «muy noble, muy leal, y muy vencedora», añadiendo la flor de lis al escudo de sus armas que ostentaba la Cruz de Sobrarbe y las cuatro cabezas, emblema de la batalla de Alcoraz.


    A finales del siglo XVIII, Jaca jugó un papel importante en la Guerra del Rosellón, al ser uno de los objetivos de los revolucionarios franceses por su situación estratégica. En la Guerra de la Independencia, la ciudad se rindió a los franceses el 21 de marzo de 1809 a causa de la deserción que fomentó en secreto el misionero Fray José de la Consolación, que gozaba de influencia, quedando dentro de la plaza muy pocos soldados. El general Mina recuperó la plaza en febrero de 1814.


    En el marco de las Guerras Carlistas, fueron denunciados en 1839 varios soldados de la guarnición de Jaca por vender armas a los "revolucionarios". Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España de 1845, describe a Jaca en los términos siguientes: «sus casas en número de 488 de sólida y buena construcción todas blanqueadas, cómodas y aseadas en su interior, se distribuyen en 37 calles bien alineadas, empedradas, y la mayor parte con aceras... tiene 7 plazas, entre las cuales solo la llamada Campo del Toro y la del Mercado con soportales, destinada á la venta de hortalizas, son las principales, pues las otras no tienen objeto y son pequeñas».​ La Revolución Gloriosa de 1868 trajo consigo el nacimiento de la Junta revolucionaria de Jaca, enfrentada a la de Huesca, que tomó una serie de medidas tales como la supresión del Seminario o la creación de los Voluntarios de la Libertad, completadas en el sexenio revolucionario con la construcción de la carretera de Jaca a Francia.


    Jaca experimentó a principios del siglo XX un despertar urbanístico y demográfico, motivado en buena medida por el derribo de su muralla medieval, que se inició en 1908. En 1928 llegó el ferrocarril a Canfranc, a cuya inauguración asistió el monarca Alfonso XIII. En ese mismo año también se creó la Universidad de Verano.

    El 12 de diciembre de 1930 tuvo lugar el episodio de la Sublevación de Jaca, pronunciamiento militar contra la monarquía de Alfonso XIII durante la «dictablanda» del general Berenguer. Se inició con la proclamación de la República desde los balcones del ayuntamiento jaqués y el nombramiento de la primera alcaldía republicana. Al mismo tiempo se organizaron dos columnas dirigidas por el capitán Fermín Galán y Salvador Sediles que partieron hacia Huesca.


    La sublevación fue sofocada en la madrugada del día siguiente y el 14 de diciembre fueron fusilados los capitanes Galán y García Hernández, mientras que el capitán Sediles, también condenado a muerte, fue indultado ante las movilizaciones populares. Sin embargo, los efectos de esta sublevación se dejaron sentir en la proclamación de la Segunda República Española cuatro meses después; tras las elecciones del 12 de abril, la monarquía se exilió y se proclamó la República, que les reconoció como "mártires".


    Conclusión


    Pero tras esto, lo más notable de Jaca es su condición de pionera. Primera capital del Reino de Aragón, primera que aclamó a Ramiro II "el monje", primera que se sublevó a favor de la república, cuando se hizo famosa su Calle Mayor, la misma ruta que cantó Miguel Fleta en ritmo de jota. Grandes personajes y escritores hablaron de Jaca; en el siglo XIII, Alfonso X el Sabio, hablaba de la jacetana fiesta de la victoria; en el Renacimiento, Nebrija, explicaba sus orígenes legendarios; Cervantes la cita en El Quijote hablando de sus grandes montañas; Unamuno alaba la Peña de Oroel; y Ramon y Cajal describe su largo periodo de vida en la ciudad.