XXXV.
Perg. n.188, Pedro I. 2 jun. 1204. (Pedro II de Aragón)
Manifestum sit quod
secunda die mensis junii quedam navispisanorum
fugavit quandam navimjanuensium
mercibus honeratam in maritimaBarchinone:
probi vero homines Barchinone hoc videntes auxilium impenderunt navijanuensium
et restauraverunt eam et salve et secure adduxerunt eam ad portum Barchinone
et ea restaurata predicta navis pisanorum
venit ad portum
Barchinone
et naute
qui intus erant petierunt amicabiliter emtionem victualium.
Ad hec sachristaausonensis
et G.
Durfort qui
tum presentes aderant in Barchinona
habito consilio cum probis hominibus Barchinone
concesserunt emptionem predictis pisanis
tali pacto et conditione quod predicti pisani
bona fide promisserunt et super sancta Dei evangelia juraverunt quod
malum non facerent hominibus domini regis
Aragonis
neque in sua terra
aut maritima
neque in alia et quandiu starent in portu
Barchinone
malum non facerent januensibus
neque aliis inimicis suis in tota maritima
Barchinone:
predicti vero pisani
cum predicta navi
ex pacto possint redire salve et secure ad portum
Barchinone
et in tota maritima
domini regis
ita quod malum ab hac die in antea non faciant januensibus:
tamen si metusarracenorum
aut metu januensium
aut metu tempestatis
venirent ad portum
Barchinone
salve et secure recipientur ab hominibus Barchinone
et etiam in tota maritima domini regis.
Hoc autem totum fecerunt probi homines Barchinone
ad restaurationem predicte navisjanuensium
et ad januensium
utilitatem et honorem et ne predicti pisani
malum facerent hominibus domini regis
in aliqua parte. Nos vero ego TedescoAldebrandinusBonacorzoPaganellusUgolinusBenassay
et Xinxen
convenimus et juramus per Deum et hec sancta Evangelia super animas
nostras et super animas sociorum nostrorum quod supradictam
convenientiam
attendamus et observemus bona fide et sine enganno. Datum Barchinone
per manum Petri
de Blandis
notarii domini regis anno Domini MCCIIII secunda die sabbati mensis junii vigiliaPentecostem.
Cuando un apasionado por la historia y su Tierra invierte su tiempo en investigar, entretener y educar, merece toda nuestra atención y respeto; por eso con todo mi afecto y consideración, quiero dar a conocer su novelay con ella, su sabiduría y en especial su Gran personalidad.
Francisco Oliver Jarque "La promesa del almogávar".
Europa se conmociona a principios del siglo XIII ante el inicio de una Cruzada en la que por primera vez se va a exterminar a un enemigo que también es cristiano. Pero el anatema papal ya está establecido, y cualquiera que tan solo dude de la culpabilidad de los nuevos herejes, será condenado.
Se recluta un ejército, levantan hogueras en toda Occitania quemando disidentes, se toman ciudades, se derriban fortalezas. Y se persigue a los cátaros con un ahínco que parece escapar a toda lógica.
De repente, un nuevo enemigo aparece aún más al sur. Un enemigo que siempre había estado ahí. La invasión del continente por parte de Muhámmad al-Násir, alias al Miramamolín, con un enorme contingente guerrero proveniente del norte de África, hará que antiguos enemigos se unan contra el islam, sin importar el reino del que provengan, ni al señor feudal al que sirvieran, ni lo buenos o malos cristianos que hayan sido.
Una narración histórica apasionante contada a través de las vivencias de un grupo de almogávares, peculiares mercenarios que se mueven por varios escenarios como peones en un tablero de ajedrez, alquilando sus armas y voluntad al mejor postor. Llega a capitanearlos Diego de Marcilla, joven hidalgo aragonés preso de una promesa de amor que le hará conocer las Cortes de los trovadores, la mística doctrina del Amor Puro, pero también el barro y la sangre en batallas como las Navas de Tolosa o el desastre de Muret. Es allí donde verá morir a su rey Pedro II de Aragón, y donde se derrumbará como un castillo de naipes los lazos con todos los señoríos y vizcondados que le eran feudatarios, dando lugar así a la desaparición de toda una civilización meridional que se había atrevido a enfrentarse contra el poder de la propia Roma.
La promesa del almogávar de Francisco Oliver En este enlace:
Todos los amantes de la Historia, hemos oído hablar de José Luis Corral Lafuente, Este aragonés ilustre, nació en Daroca, Profesor de Historia y escritor. Licenciado en Filosofía y Letras, se doctoró en Historia por la Universidad de Zaragoza, en la que es profesor de historia medieval y director de Taller de Historia S.L. Como medievalista, ha centrado buena parte de su labor investigadora en la España musulmana y en la Historia de Aragón. Es también uno de los más prolíficos autores españoles de novela histórica.
Este es un resumen del propio J. L. Corral, de un texto que publico en 2010, y que conviene recuperar para clarificar ciertos mensajes que llegan desde el ultranacionalismo pancatalanista).
LA CORONA DE ARAGÓN. CONTRA LA MANIPULACIÓN DE LA HISTORIA DE ARAGÓN Y CATALUÑA.
La Historia es una materia propicia para la manipulación. En este sentido, el caso de la historia de la Corona de Aragón es paradigmático. A mediados del siglo XIX un movimiento cultural, y político, nacido en Barcelona y denominado “la Renaixença” se empeñó en cambiar la historia a base de alterar definiciones y de imaginar símbolos y espacios que jamás existieron.
En su desvarío historiográfico, algunos eruditos de ese movimiento comenzaron a acuñar conceptos que nunca existieron como “la Corona catalana-aragonesa”, “los condes-reyes”, “los reyes-condes”, “los reyes de Cataluña”, la “Confederación catalana-aragonesa” y otras denominaciones falsas, de ese mismo estilo, que culminó con la peregrina ya histórica denominación, ya en el siglo XX, de “Els Països Catalans” para definir un inexistente territorio "histórico" común en el que se incluían los actuales Cataluña, Rosellón, Cerdaña, las comarcas orientales de Aragón, la Comunidad de Valencia y las Islas Baleares.
La llamada Corona de Aragón tuvo su origen en una unión dinástica basada en una alianza matrimonial, siguiendo el derecho medieval sucesorio navarro y aragonés y el derecho canónico. La Corona de Aragón no se llamó así desde el principio. En el siglo XII ni los reyes de Aragón ni los condes de Barcelona tenían como distinción de su rango una "corona". El primero de ellos en ser coronado fue Pedro II, y lo hizo en Romaen 1204 de manos (o mejor de pies, según una leyenda) del papa Inocencio III. Para ser rey legítimo de Aragón era necesario haber nacido de matrimonio canónico, jurar los fueros de Aragón, y luego los de los demás territorios de la Corona, y ser coronado en la catedral de La Seo de Zaragoza.
Desde 1068 los reyes de Aragón eran vasallos de la Santa Sede, y por tanto debían juramento de homenajea los papas. Por ello, la monarquía aragonesa adoptó sus colores heráldicos, el rojo y el amarillo, copiando los de su señor feudal, el papado, pues esos eran los que usaban los pontíficesen la Edad Media.
La Corona de Aragón se sostuvo en sus soberanos y en la continuidad de su linaje, y ello a pesar de que los tres primeros, Alfonso II, Pedro II y Jaime I accedieron al trono en minoría de Edad, con algunas dificultades.
Los Estados fundacionales de la llamada Corona de Aragón fueron el reino de Aragón (con la reina Petronila) y el condado de Barcelona (con el conde Ramón Berenguer IV, que también lo era además de Ausona, Cerdaña, Besalú y Gerona). Pero no de Urgel, por ejemplo. Desde 1137 se fueron sumando otros territorios; en algunos casos por incorporación pacífica, como el marquesado de Provenza o los condados de Pallarsy Urgel; en otros por conquista a los musulmanes, como las tierras de Lérida, Fraga, Tortosa, Teruel, el reino de Mallorca, el de Valencia o el señorío de Albarracín; y en otros durante el proceso de expansión mediterránea, como los reinos de Sicilia, Cerdeña, Nápoles o los ducados de Atenas y Neopatriaen Grecia.
Estos soberanos nunca se intitularon “reyes de la Corona de Aragón”, sino que lo hicieron con todos y cada uno de sus títulos privativos. Así, Petronila fue reina de Aragón, como heredera de Ramiro II, y condesa de Barcelona, por su matrimonio con Ramón Berenguer IV, que fue príncipe de Aragón y conde de Barcelona; Alfonso II fue rey de Aragón, conde de Barcelona y marqués de Provenza; Jaime I, rey de Aragón, rey de Valencia, rey de Mallorca, conde de Barcelona y señor de Montpellier; y Pedro IVrey de Aragón, rey de Valencia, rey de Mallorca, conde de Barcelona y duque de Atenas y Neopatria, e incluso rey de Jerusalén, entre otros títulos. Y cuando se abreviaban los títulos y sólo se colocaba uno, siempre prevalecía el más antiguo e importante en el orden protocolario: rey de Aragón.
Desde luego, los soberanos de la Corona nunca se intitularon como “reyes o condes de Cataluña”, pues aunque desde fines del siglo XII ya aparece el macrotopónimo "Cataluña", la idea de un territorio llamado Cataluña, de extensión similar a la actual Comunidad Autónoma española del mismo nombre, que englobara a la mayoría de los condados cristianos altomedievales del noreste hispano, y a las tierras de Lérida, Tarragona y Tortosa no se concretó hasta el reinado de Jaime I, ya en el siglo XIII, cuando comenzaron a definirse las fronteras políticas entre los reinos y Estados de Aragón, Cataluña y Valencia, que no quedaron perfiladas definitivamente hasta bien entrado el siglo XIV.
Dentro de la unidad dinástica de la Corona de Aragón, cada uno de los Estados que la integraron mantuvo sus instituciones políticas, su autonomía fiscal, su lengua, sus derechos, sus costumbres, sus normas cívicas, su moneda, su sistema de medidas y su cultura hasta los Decretos de Nueva Planta impuestos por la dinastía de Borbón a comienzos del siglo XVIII. La Corona de Aragón fue un ejemplo de convivencia y tolerancia que, en su propia historia, puede dejar no pocas enseñanzas a la España y a la Europa contemporáneas.
Lamentablemente, ultranacionalistas indocumentados o tergiversadores están empeñados en falsificar esta historia.
126. LA PÉRDIDA DE PITILLA (SIGLO
XIII. SOS DEL REY CATÓLICO)
Es históricamente cierto que, a
comienzos del siglo XIII, los reyes Pedro II
de Aragón y Sancho el Fuerte de
Navarra, que eran parientes, habían firmado un pacto de paz y amistad. También
lo es que el monarca aragonés tenía dificultades económicas, de
manera que pidió un préstamo al navarro que ascendía a veinte mil
morabetinos y, como era costumbre, le entregó en prenda los
castillos de Peña, Pitilla, Escó y Gallur. En nombre de ambos, los
tendría el señor Jimeno de Rada, hasta la fecha en la que expiraba
el plazo de devolución. No obstante, si el aragonés no devolvía el
dinero del préstamo en la fecha fijada, los castillos pasarían al
navarro hasta que se hiciese efectivo aquél.
Sabemos que las monedas entregadas eran
diversas, como morabetinos alfonsinos y mazmudinas, pero el navarro
estaba dispuesto a aceptar la devolución en cualquier tipo de
morabetinos (alfonsinos, lupinos o aisars), o de mazmudinas (bien
nuevas o viejas, dobles o contrahechas), siempre que su equivalencia
fuera de veinte mil morabetinos alfonsinos. Sabemos, asimismo, que el
préstamo no fue devuelto en el plazo previsto, por lo que los cuatro
castillos pasaron a depender provisionalmente del rey navarro, que
incorporó, además, la fortaleza de Trasmoz como consecuencia de un
nuevo préstamo.
Cuando murió Pedro II (1213) y se
planteó el problema sucesorio que dio con su hijo Jaime en Monzón,
el pretendiente a la corona, su hermano don Fernando, renunció a los
derechos que pudiera tener sobre los pignorados cuatro castillos,
renuncia que hizo efectiva su sobrino Jaime I el Conquistador.
Aquí es donde la leyenda hace su
aparición para dar una explicación mucho más prosaica y cercana al
pueblo, quien afirmaba que el castillo de Pitilla fue perdido en una
partida, al parecer de ajedrez, aunque muy probablemente fuera de
dados, según otros. El rey de Navarra y el de Aragón se apostaron
Gallipienzo y Pitilla, respectivamente, perdiendo el aragonés, que
cumplió su palabra, de modo que, desde entonces, Pitilla pertenece
efectivamente a Navarra.
No obstante, la historia nos dice que
los aragoneses pretendieron conquistar Pitilla en 1312 y, si bien su
castillo fue cercado, los habitantes rechazaron el intento.
Dependen del municipio cinco asentamientos de población: Barués, Novellaco Mamillas, Campo Real y Sofuentes. La ubicación de esta población, en una elevación del terreno rocosa la convirtió durante mucho tiempo en plaza fuerte y, desde que fue reconquistada en el siglo X, tuvo gran importancia como ciudad fronteriza. En 1044 fue incorporada por Ramiro I al Reino de Aragón. En el año 1452, en plena Guerra Civil de Navarra, la reina Juana Enríquez se desplazó a la entonces llamada "Sos" a secas, donde dio a luz al infante Fernando que luego se convertiría en Fernando el Católico. Ese nacimiento añadió la coletilla de "del Rey Católico" al nombre de la población. En 1711 fue nombrada Capital de las Cinco Villas. Todo su casco histórico está muy bien conservado y el pueblo está declarado Conjunto Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural en el año 1968. La excepcional conservación de su casco urbano hace que un paseo por esta localidad se convierta en un viaje al pasado destacando las murallas, iglesias, la Plaza de la Villa y el Palacio de los Sada, donde nació Fernando el Católico en el año 1452. En Sos del Rey Católico se rodó la película La vaquilla (1985) de Luis García Berlanga, en la que actuaron como extras muchos de los vecinos de la localidad.
En enero de 2016 entró a formar parte de La asociación de los pueblos más bonitos de España. Iglesia de San Esteban. La iglesia de San Esteban está situada junto al castillo. El conjunto está formado por la iglesia en sí, destinada al culto, la cripta y el claustro, que da acceso desde la calle que sube de la plaza de la villa, a la portada principal de la iglesia. Cripta de la Virgen del Perdón. s. XIV. Cabezo Ladrero: Yacimiento arqueológico situado en la pedanía de Sofuentes.
Castillo de la Peña Felizana.- Como villa fronteriza entre los vecinos reinos de Navarra y Aragón, Sos contó con su castillo fortificado para reforzar la línea defensiva. Realmente ese fue el origen de la población, que fue poco a poco, construyendo sus viviendas alrededor de este primitivo castillo, que en su origen fue construido en madera. Está situado en lo alto de la peña Feliciana, la parte más alta de la localidad lo que facilitaba la defensa de la plaza. Del original castillo en madera no queda nada. Conforme las técnicas de construcción evolucionaron, la madera fue sustituyéndose por la piedra, y actualmente del castillo del siglo XII el vestigio más reseñable que se ha conservado es la rehabilitada Torre del Homenaje. Casa de la villa.- Es un edificio, de estilo renacentista, que fue construido por el concejo sosiense a finales del siglo XVI, reformado durante el siglo XIX, y restaurado para la adaptación a su actual función como sede administrativa de las dependencias municipales, en los años ochenta. Palacio de los Sada'.-' La casa palacio es un edifico en piedra de sillería, que data de finales del siglo XV, y en la fachada, sobre la puerta de entrada podemos ver el escudo de la familia.Fue la vivienda de la familia nobiliaria de los Sada, y la casa donde fue acogida doña Juana, para dar a luz al futuro monarca, ya que por expreso deseo de la reina, quería que su hijo naciera en tierras aragonesas.Actualmente se ha convertido el Centro de Interpretación de la figura de Fernando II de Aragón. En el centro, mediante paneles y audiovisuales, se acerca al visitante a la vida y la época de este ilustre monarca.En el Palacio se encuentra situada la Oficina de Turismo municipal y desde allí se gestionan las visitas guiadas a la localidad. 'Palacio Español de Niño'.- En la calle Mayor (calle de Fernando el Católico) encontramos el palacio Español de Niño. Fue durante años colegio de las niñas de Sos, donde las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, gracias a doña Manuela Pérez de Biel, impartían la formación inicial. El edificio es de estilo renacentista, y fue construido como el palacio nobiliario de los Español de niño de finales del XVI. Cuenta con tres plantas, la planta superior formada por una galería de arquillos en su fachada principal. Mención especial merece la portada principal, formada por un arco almohadillado, y el suelo del patio, compuesto por un mosaico de cantos rodados. Colegio Isidoro Gil de Jaz.- El edificio se encuentra en la plaza de la villa. Su fachada está construida con piedra de sillería, y consta de 4 plantas, siendo la última una galería de arcos de medio punto, siguiendo el estilo de construcción aragonés. El conjunto incluye la iglesia de San José de Calasanz. Lonja Medieval.- Fue construida como lugar de mercado y espacio de reunión del concejo de la villa en la edad media, y actualmente alberga la biblioteca municipal, en su edificio principal. Además de este edificio principal, la Lonja dispone de un espacio abierto, formado por un soportal porticado, compuesto por arcos apuntados se mantienen los dos orificios excavados para guardar hielo, necesario por ejemplo en la conservación de alimentos. Parador Nacional de Turismo. De carácter aragonés, el hotel conserva el ambiente monumental, histórico y artístico de Sos del Rey Católico. La villa, declarada Conjunto Histórico-Artístico, fue cuna de influyentes nobles y del Rey Católico. Puertas de la muralla.- La naturaleza de villa fronteriza entre los vecinos reinos de Navarra y Aragón, hizo que la villa medieval contase con una muralla defensiva que rodeaba todo el perímetro de la localidad.Se conservan en la actualidad siete portales de la muralla, que dan acceso al recinto intramuros. Portal de Zaragoza. Portal de la reina. Portal de Sangüesa. Portal de Jaca. Portal de Uncastillo. Portal de Levante. Portal de poniente o del mudo. Santuario de Valentuñana. Construido por los Carmelitas Descalzos, a finales del s. XVII, el Convento de Ntra. Sra. de Valentuñana, está situado a unos 2 km. de la Villa de Sos del Rey Católico. La judería.- Conserva Sos lo que fue la judería medieval, llamada en la actualidad "barrio alto". Estuvo en origen formada por unas treinta casas en torno a una calle principal desde la que se podía acceder al centro de la villa y desde la cual surgen diversos callejones sin salida o callizos. El corazón de la judería es la conocida como Plaza de la Sartén, en una de cuyas casas se conserva la hendidura donde situar la Mezuzah. Dada la cercanía a Navarra, cuando en 1492 fue firmado el decreto de expulsión, fueron mayoría los judíos de la villa que cruzaron la frontera al vecino reino. Castillo de Roita. Castillo de Añués. "'Pilar Bueno Ibáñez.-"', una de las 13 rosas represaliadas por el régimen franquista. Fernando II de Aragón (El católico) Isidoro Gil de Jaz.- Natural de Sangüesa pero infanzón de corazón, pues se consideraba natural de Sos del Rey Católico, de dónde provenía su familia. Fue un jurista y regente del Principado de Asturias.
118. LA PRIMERA ESPADA DE JAIME I
(SIGLO XIII. MONZÓN)
El padre del rey Jaime I el
Conquistador, Pedro II de Aragón, vivió los últimos días de su
vida ensombrecidos por las insidias y la traición de sus propios
hermanos, hasta que lograron matarlo junto con su mujer, la reina. No
contentos con ello, quisieron y planearon acabar, asimismo, con todos
sus descendientes, pero uno de sus hijos, que todavía era muy
pequeño, logró huir camuflado entre los carromatos de unos
mercaderes, que lo dejaron en el castillo de Monzón, al cuidado de
los templarios.
Estos monjes guerreros trataron de
educar al joven infante, que estaba llamado a ser rey de Aragón como
hijo del monarca fallecido, pero no sabiendo a ciencia cierta cuál
podría ser su verdadera vocación, intentaron favorecer por igual su
contacto tanto con el mundo de las letras y el religioso y como con
el castrense. Fueron observando atentamente las inclinaciones
naturales y los progresos del muchacho y pronto descubrieron la
pasión del pequeño Jaime por las armas cuando jugaba con otros
niños de su edad, de modo que acabaron procurándole una espada con
la que ejercitarse.
El infante Jaime había ido aprendiendo
los movimientos correctos de la mano y del cuerpo con la espada
empuñada. Así es que un día, cuando pretendía acostumbrarse a la
nueva arma que acababan de entregarle, yendo camino de la fuente delSaso, en las afueras de Monzón, se encontró con un peregrino.
No conocía de nada a aquel hombre,
pero se detuvo con él para charlar, a la vez que seguía haciendo
ejercicios con su espada nueva. El peregrino, que no dejaba de
mirarle, le dijo al infante: «Jaime, lava tu espada en este agua y
tus batallas serán ganadas en todos los lugares que desees
conquistar». El niño paró en su juego y, haciendo caso a
invitación tan sugestiva, sumergió el arma en las aguas cristalinas
del manadero, acto que repitió en varias ocasiones antes de regresar
al castillo para seguir recibiendo lecciones.
El agua de la fuente, al conjuro del
desconocido peregrino, dio a Jaime energía para ser un buen guerrero
y sabiduría para gobernar con justicia.
114. LA CORONACIÓN DE PEDRO II EN ROMA
(SIGLO XIII. ROMA)
Pedro II, rey de Aragón, hizo un viaje
que hoy llamaríamos de Estado a Roma, cuando ya llevaba gobernando
los destinos del reino desde hacía ocho años. Allí, ante el Papa y
con la intervención de éste, fue coronado solemnemente rey de los
aragoneses.
De lo que ocurrió en Roma, así como
del acto de la coronación efectuada por Inocencio III, pronto
comenzaron a correr versiones y noticias de todo tipo, algunas no
exentas de cierta verosimilitud.
Parece ser que, según la leyenda
naturalmente, era costumbre que el papa, para poner de mayor relieve
la dignidad pontificia, colocaba la corona sobre la cabeza de los
reyes coronados con los pies, en lugar de hacerlo, como parece
lógico, con las manos.
Pedro II, que se enteró de esta
curiosa costumbre protocolaria cuando se hallaba en Roma, la estimó
algo vejatoria y humillante para cualquier autoridad secular, por
modesta que fuera, pero sobre todo para el representante de un reino
tan importante como el aragonés. Ideó entonces cómo evitar pasar
por el trance sin que ello molestara al pontífice.
Tras barajar varias alternativas con
sus asesores, Pedro II se decidió finalmente por la de confeccionar
una corona de pan blando, con escasa corteza, que hizo elaborar y
cocer el mismo día en que iba a tener lugar el acto de la solemne
coronación.
Se preparó con todo detalle la
ceremonia, a la que acudieron, aparte de los representantes vaticanos, no sólo la delegación aragonesa, sino también
embajadores de otros Estados. Tras el rey Pedro II, un camarlengo
portaba una bandeja con la corona de pan encima. El salón era todo
luz.
Cuando llegado el momento de la
coronación Inocencio IIIse descalzó y quiso tomar el pan con los
pies para proceder como era costumbre, se vio imposibilitado para
manejar la corona de pan blando, de modo que se vio obligado a tomarla con las
manos para colocarla en la cabeza de Pedro II.
[Blancas, Jerónimo, Comentarios a las cosas de Aragón, pág. 5.
Pedro II de Aragón el Católico en un acto feudal en febrero de 1198. Es la única imagen contemporánea al rey de Aragón que se conoce. Aparece sentado en el trono y coronado. Liber feudorum Ceritaniae (1200-1209).
Pedro II de Aragón, apodado «el Católico» (Huesca, julio de 1178a-Muret, actual Francia, 13 de septiembre de 1213), fue rey de Aragón (1196-1213), conde de Barcelona (como Pedro I, 1196-1213) y señor de Montpellier (1204-1213). Era hijo de Alfonso II el Casto de Aragón y Sancha de Castilla.
Nació, casi con toda probabilidad en el mes de julio de 1178 en Huesca, ciudad en la que estaba su padre Alfonso II que ese mismo mes otorgó al menos dos documentos. Recibió el bautismo en la catedral de Huesca. Su infancia transcurrió en la capital altoaragonesa criado por su ama Sancha de Torres.
Pedro II gobernó como rey de Aragón, conde de Barcelona y señor de Montpellier; según Iglesias Costa esto suponía asumir el reconocimiento sobre Sobrarbe y Ribagorza, aunque esos títulos se omitieron desde Alfonso II. Estos eran antiguos condados ya unidos al Reino de Aragón en tiempos de Ramiro I.
En líneas generales, el reinado de Pedro II estuvo dedicado a la política en los territorios transpirenaicos con limitados resultados y finalmente fracasada, lo que, aparte de la merma crónica de recursos financieros y el endeudamiento de la corona durante su reinado, determinó una menor atención a la frontera hispánica, logrando apenas alguna posición avanzada en territorio andalusí, como Mora de Rubielos (1198) Manzanera (1202) Rubielos de Mora (1203), Camarena (1205) y Serreilla, El Cuervo, Castielfabib y Ademuz (1210) si bien desempeñó un papel político de apoyo a una acción cristiana conjunta que frenara la fuerza del poder almohade en la península, y participó activamente junto a Alfonso VIII de Castilla y Sancho VII de Navarra en la campaña que culminó en la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212, un triunfo cristiano, según muchos decisivo, y de gran resonancia ya en aquellos momentos.
Pedro II renovó la infeudación o vasallaje de Aragón a San Pedro (al igual que ya hicieran tiempo atrás Sancho Ramírez y Pedro I) con su coronación por el papa Inocencio III en el monasterio de San Pancracio de Roma en noviembre de 1204, adquiriendo también el compromiso de la concesión al Papado de una suma anual. Esta política de legitimación papal le convirtió en el primer monarca del reino que fue coronado y ungido. A partir de él y por concesión de la Santa Sede en bula dictada el 6 de junio de 1205, los monarcas aragoneses debían ser coronados en la Seo de Zaragoza de manos del arzobispo de Tarragona tras solicitar la corona al Papa (formalidad que implicaba el permiso de Roma), haciéndose extensiva esta prerrogativa a las reinasen 1206.
Casado en 1204 con María de Montpellier, un matrimonio guiado por sus intereses en el mediodía francés que le proporcionó la soberanía sobre la ciudad de Montpellier, su escasa vida marital estuvo a punto de crear una situación de crisis sucesoria por falta de heredero. La reina María dio finalmente un hijo, Jaime I, (treta palaciega) que garantizó la continuidad de la dinastía aunque hubo un intento de divorcio, que el Papa no concedió, para casarse con María de Montferrato, heredera nominal del reino cruzado de Jerusalén, por entonces inexistente ya en la práctica.
Pedro II no renunció a la política en Occitania y con él se dan, a la vez, la culminación y el fracaso de esa política en la Corona de Aragón que, heredada de la casa condal de Barcelona desde el siglo XI y las campañas con ayuda de magnates ultrapirenaicos de Alfonso I de Aragón, su padre Alfonso II había acrecentado en su doble condición de Rey de Aragón yConde de Barcelona. Ramón Berenguer I había iniciado, en oposición a los condes de Tolosa, una política de penetración en Occitania del condado de Barcelona con la adquisición de los territorios de los condados de Carcasona y Rasés (más tarde perdidos a manos de los Trencavel), que continuó en el siglo XIII con Ramón Berenguer III y IV, consolidando su posición en la zona como condes de Provenza y obteniendo, entre 1130 y 1162, el vasallaje de numerosos señores en la zona. Alfonso II, en el contexto de la expansión almohade (que actuaba de freno a la expansión hacia el sur en la Península Ibérica), pero ahora también como primer soberano titular de la Corona de Aragón (lo que le proporcionaba una base de poder territorial más amplia) había reforzado su presencia en Occitania frente al expansionismo del condado de Tolosa y estuvo «a punto de crear un reino pirenaico que englobara las cuencas del Ebro y del Garona». Pedro II será quien con más decisión lo intentará hacer realidad, culminando la tradición dinástica occitana ahora en un nuevo contexto de alianzas ante el intento de expansión en la zona de otra monarquía rival, los capetos. Pese a que el condado de Provenza, perteneciente a la Casa de Aragón-Barcelona, había sido asignado a su hermano Alfonso II de Provenza, Pedro II mantuvo su actividad en aquel complejo tablero de intereses marcado por su atomización política, el intento de expansión francesa sobre ella, el desarrollo del catarismo y los consiguientes conflictos con el papa Inocencio III, interesado en erradicarlo e imponerse en la zona. En 1200 concertó el matrimonio de su hermana Leonor y Raimundo VI de Tolosa. En un concilio en Bagnères-de-Luchon de 1201, Bernardo IV de Cominges se hizo vasallo del rey de Aragón, a cambio de la entrega del Valle de Arán, que pertenecía al rey católico. En 1202 se celebró la boda del conde de Tolosa con la infanta Leonor. En 1204, Pedro II se casó con María, heredera del conde de Montpellier, teniendo además, como vasallo, a Ramón-Roger Trencavel, vizconde de Béziers y Carcasona. Ese mismo año intervino en la zona forzando una paz entre su hermano, el conde de Provenza, y el conde de Forcalquier, aliado de Pedro II. Asimismo se hizo feudatario de la Santa Sede en noviembre de ese mismo año, sin duda con las miras puestas en jugar un papel político en la zona desde una posición de preeminencia y legitimidad, en su condición de rey coronado por el Papa y distanciado del catarismo, catarrismo no, contra el que tanto en Provenza como en Montpellier se tomaron algunas medidas, teniendo que sofocar en esta última ciudad una revuelta en 1206. Por otro lado, interesado en una alianza con el Sacro Imperio Romano Germánico, comprometió a otra de sus hermanas, Constanza, con el rey de Sicilia Federico II Hohenstaufen, matrimonio que se culminó en 1210, para ser en 1212 coronadas como emperadores del Sacro Imperio. A lo largo de los siglos xii y xiii, la influencia del catarismo, una herejía cristiana con orígenes en Asia Menor y los Balcanes (paulicianos y bogomilos), se había ido extendiendo en el occidente latino y consolidado con fuerza en la llamada Occitania o territorios del actual mediodía francés, donde se estructuró una Iglesia cátara con varios obispados y cuyo epicentro era la zona de la ciudad de Albi, por lo que también se lo denomina movimiento albigense. La situación de coexistencia con esta iglesia rival, tolerada por los poderes de la zona (situación favorecida por la atomización del poder político y la ausencia de un centro de poder efectivo en Occitania, nunca logrado por el condado de Tolosa), amenazaba allí la hegemonía de la Iglesia romana. Al mismo tiempo, la prosperidad occitana despertaba la ambición expansionista de la monarquía francesa de los Capetos y de sus baronías de la Isla de Francia, dispuestos a servirse de cualquier argumento para intervenir en los territorios de la Langue d'oc. Por su parte, Inocencio III encontró en la monarquía francesa el medio más favorable de atajar la «herejía» y reducir a sus prosélitos a la obediencia a Roma, por lo que se mostró siempre complaciente y predispuesto a favorecer las empresas del rey francés, a quien también apoyará en la batalla de Bouvinesy en sus conflictos con Inglaterra. De esta comunión de intereses surgió la cruzada contra los albigenses que se empezó a fraguar a inicios del siglo xii y que finalmente el papa predicó en toda la cristiandad latina, con especial éxito en la Isla de Francia, legitimando al monarca francés en su política expansiva al enviar contra los territorios occitanos –considerados heréticos por Roma– un poderoso ejército mandado por Simón de Montfort bajo la denominación de Cruzada.
Dinero de Pedro II de Aragón (1205-1213). Anverso: Busto del rey coronado. Leyenda: PETRO REX. Reverso: Cruz procesional sobre vástago con florituras de ramas a los lados o «arbor ad modum Floris» (mal llamada "carrasca o encina de Sobrarbe", como se interpretó desde el siglo XVI). Leyenda a ambos lados del vástago: ARA-GON.
El acontecimiento que desató el conflicto fue el asesinato en enero de 1208 de Pierre de Castelnau, enviado a Toulouse como legado papal para mediar en nombre de Roma, que indujo al Papa a excomulgar al conde de Toulouse y promulgar la cruzada contra los albigenses. La guerra «relámpago» en 1209 se dirigió inicialmente contra los vizcondados de la dinastía occitana Trencavel, donde se produjo la brutal toma de Béziers, con una matanza generalizada sin distinción de credo que quedó luego ilustrada en la célebre frase atribuida por las crónicas al legado papal Arnaud Amaury. Esta fase inicial de la cruzada acabó con el sitio y la subsiguiente toma de la ciudad de Carcasona en el verano de 1209, tras lo cual le fueron otorgadas al cruzado francés Simón de Montfort, por el propio legado papal, las tierras sometidas de la familia Trencavel. Desde sus nuevas posesiones mantendría una política de ataques y asaltos a los señoríos de la zona incluido el fracasado intento de toma de Toulouse en 1211 y comenzaba la persecución y quema de cátaros a través de la Inquisición, creada expresamente por Roma en 1184 con el objetivo de erradicar la llamada herejía cátara o albigense. La situación creada generó entre los poderes occitanos un sentimiento de amenaza y repulsa ante la intervención francesa y la cruzada que era propicio para que Pedro II el Católico, como rey y vasallo del papado desde 1204, pudiera obtener una posición de prestigio en la zona actuando como intercesor ante el papado y protector ante Simón de Montfort (ya en la toma de Carcasona de 1209 evitó una matanza negociando con los cruzados una expulsión de los cátaros), prestigio acrecentado con su participación exitosa contra los musulmanes en las Navas de Tolosa. Habiendo obtenido el vasallaje del conde de Toulouse, Raimundo VI, y de otros poderes de la zona, desplegó una política de pacificación concertando el matrimonio de su hijo, el futuro Jaime I, con la hija de Simón de Monfort, entregándole a este, como garantía, la tutela del joven príncipe y único heredero del linaje, que permaneció en Carcasona. Asimismo negoció con Arnaud Amaury, ahora obispo de Narbona y también presente en la campaña de las Navas, la convocatoria de un sínodo en Lavaur para intentar la reconciliación. Tras el fracaso de la reconciliación entre occitanos y Simón de Montfort, Pedro II se declaró protector de los señoríos occitanos amenazados y de Toulouse. Pese a que su hijo permanecía bajo tutela en poder de Simón de Montfort y la excomunión de Inocencio III, que había optado finalmente por apoyar la causa francesa, reunió finalmente un ejército en sus reinos y territorios peninsulares con el que pasó los Pirineos y junto a los aliados occitanos puso cerco a la ciudad de Muret, donde acudió Simón de Montfort. Partiendo de una situación ventajosa en cuanto a fuerzas y avituallamientos, en la campaña, parece ser, sus huestes actuaron con precipitación y desorganización sin esperar la llegada de todos los contingentes. Resultaría muerto al ser aislado por los caballeros franceses en un combate en el que el rey ocupaba una posición de peligro en la segunda escuadra, en lugar, según era lo habitual, de situarse en la retaguardia. La muerte del rey trajo el desorden y la desbandada entre las fuerzas tolosano-aragonesas y la consiguiente derrota. Muret supuso el fracaso y abandono de las pretensiones de la Corona de Aragón sobre los territorios ultrapirenaicos y, según el autor Michel Roquebert, el final de la posible formación de un poderoso reino aragonés-occitano que hubiera cambiado el curso de la historia de Francia y España. Excomulgado por el mismo Papa que lo coronó, permaneció enterrado en los Hospitalarios de Toulouse, hasta que en 1217 el Papa Honorio III autorizó el traslado de sus restos al panteón real del Monasterio de Santa María de Sigena en Huesca, donde fue enterrado fuera del recinto sagrado. Muerto Pedro II, Simón de Monfort mantenía aún en custodia a Jaime, el heredero al trono, que había quedado en ese mismo año de 1213 huérfano de padre y de madre, al morir también la reina María de Montpellier con solo 33 años en Roma, donde había viajado para defender la indisolubilidad de su matrimonio. Ante esta situación, los nobles aragoneses y catalanes posiblemente solicitaran la restitución del joven heredero a Simón de Montfort. Se envió una embajada del reino a Roma para pedir la intervención de Inocencio III quien, en una bula y por medio del legado Pedro de Benevento, exigió contundentemente a Simón de Montfort la entrega de Jaime que se produjo finalmente en Narbona en la primavera de 1214, donde le esperaba una delegación de notables de su reino, entre los cuales se encontraba Guillem de Montredon, maestre del Temple en Aragón encargado de su tutela. Siendo un niño, Jaime I de Aragón cruzará por primera vez los Pirineos para ser, junto a su primo, Ramón Berenguer V de Provenza, formado y educado con los templarios de Aragónen Monzón, deteniéndose antes en Lérida, donde le juran fidelidad unas Cortes conjuntas de Aragón y Condado de Barcelona.
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