306. MARTÍN VISAGRA, PERJURO (SIGLO
XIV. DAROCA)
Un vecino de Daroca, llamado, según
dicen quienes conocen la tradición, Martín Visagra, había
finalizado su faena diaria y regresaba de las huertas que riega el
Jiloca hacia su casa un atardecer de otoño. Era un vecino normal,
hombre sobradamente conocido entre los habitantes de la villa, aunque
nunca había destacado por nada. En su casa lo esperaban como
cualquier otra jornada de trabajo.
Sin embargo, aquel día, sin saber qué
motivos pudieron inducirle a llevar a cabo una acción así, puesto
que él tenía más que suficiente en sus propiedades, robó un cesto
lleno de uva de la viña propiedad de un vecino suyo. Se dio cuenta
éste de lo sucedido y le recriminó por el robo cometido,
conminándole a devolverle los racimos.
Martín Visagra se encaró malhumorado
con quien decía ser dueño de la uva que llevaba y negó la comisión
del robo, intentando persuadirle de que la fruta era suya, recién
cogida de su propia viña no hacía mucho rato. Y, para tratar de
convencer por completo al vecino, delante incluso de otros campesinos
que acudieron al oír las voces, rogó al Santísimo Misterio que,
cuando pasara frente al convento de los Trinitarios, si los racimos
de uva del capazo eran de la viña del vecino reclamante, le
convirtiera en estatua de mármol.
Corría al parecer el año 1328, y
desde aquel día una estatua de piedra representando a Martín
Visagra, de dos cuartas de altura, está vigilante en la puerta del
convento de Trinitarios, como recuerdo a toda la comunidad de lo que
puede sucederle a un perjuro.
[Bernal, José, Tradiciones…, págs.
137-138.]