domingo, 28 de junio de 2020

352. EL RESCATE DE UN ESCLAVO ARAGONÉS EN JERUSALÉN (SIGLO XIV. INOGÉS)


352. EL RESCATE DE UN ESCLAVO ARAGONÉS EN JERUSALÉN
(SIGLO XIV. INOGÉS)

Un cristiano de origen aragonés —hombre muy trabajador, alegre y chistoso— se hallaba cautivo en manos de un turco en la ciudad de Jerusalén. Como es natural, no tenía otra obsesión que la de alcanzar la libertad y poder regresar a su tierra natal.

Un día, cuando estaba labrando los campos de su dueño, la reja de su arado tropezó y desenterró una imagen de la Virgen y, tras guardarla con sumo cuidado, se la llevó a su choza. Desde aquel momento, el aragonés cautivo se encerró en sí mismo y dejó de comunicarse con los demás, puesto que se pasaba todas las horas que tenía libres dedicado a su imagen. Naturalmente, esta nueva actitud del esclavo no pasó desapercibida a su amo, que quiso saber la causa del cambio, así es que le preguntó.

El turco, aunque ciertamente era respetuoso con las creencias religiosas de su esclavo, pensó en quitarle la imagen para que recobrara su estado de ánimo anterior, pero el aragonés, con la simpatía que le caracterizaba, logró disuadirle y conservar su tesoro.

Por fin llegó el deseado día de la liberación y el hasta entonces esclavo quiso llevarse la efigie consigo. Pero el turco, como dueño de la tierra en la que había sido hallada, no lo permitió. Ante la negativa, propuso el cristiano seguir un año más de esclavitud si con ello le permitía conservarla cuando marchara definitivamente. Lo pensó el turco y se manifestó dispuesto a acceder si ampliaba el plazo a siete años. Tan grande era la devoción del cristiano por su imagen que sacrificó siete años más de su vida por conservarla.
Cuando llegó finalmente el día definitivo, el liberado se embarcó llevando consigo la efigie que tanto le había costado conservar. Pensaba ir a Calatayud, donde la depositaría, pero, al pasar por Inogés, una fuerza misteriosa le impedía seguir adelante, de modo que tuvo que dejarla allí, donde se le construyó un templo adecuado y donde todavía es venerada bajo la advocación de Nuestra Señora de Jerusalén.

[Faci, Roque A., Aragón..., II, págs. 171-175.
Sánchez Pérez, J. A., El culto mariano en España, págs. 227-228.]