93. RAMIRO I NOMBRA OBISPO DE LOS
MOZÁRABES ZARAGOZANOS AL ABAD PATERNO
(SIGLO XI. ZARAGOZA)
La actividad política, diplomática y
de persuasión más que guerrera y reconquistadora de Ramiro I,
primer rey de Aragón, fue bastante intensa. Intentó solventar
pacíficamente sus diferencias con los pamploneses, dirigidos por su
propio hermano García; intimidó a los moros de Lérida —a cuyo
walí impuso un tributo a cambio de la paz—; llegó ante Huesca con
objeto de atemorizar a su walí, al que hizo tributario; y entabló
buenas relaciones con el rey taifal Almugdavir de Sarakusta, en quien
más que a un enemigo al que combatir encontró un amigo con quien
tratar.
En cuanto al caso zaragozano, el rey de
la Aljafería se declaró tributario del aragonés y ambos acordaron
que Almugdavir no prestaría más favor y socorro a sus
correligionarios fronterizos de Aragón y Sobrarbe y, por último,
los dos monarcas se declararon públicamente como amigos y
confederados condenando la acción armada para dirimir sus posibles
diferencias futuras.
Naturalmente, durante el pacífico
encuentro Ramiro I no podía olvidar las condiciones precarias en las
que, desde hacía siglos, se desenvolvían los mozárabes
zaragozanos, congregados en torno a la iglesia de Santa María laMayor, quienes habían sostenido con firmeza y constancia sus
creencias, a pesar de todos los inconvenientes. Por ejemplo, hacía
ya más de doscientos años que esta ciudad se encontraba sin obispo,
tras el exilio de Bencio a Ribagorza, momentos antes de la conquista
musulmana de la ciudad.
Así es que Ramiro I expuso el problema
y exigió y obtuvo del rey Almugdavir el restablecimiento de los
obispos en Zaragoza, nombrando a un fraile de su confianza, Paterno,
que era abad de San Juan de la Peña. Los cristianos de la ciudad
recibieron así un gran consuelo, abrigando la esperanza de que este
suceso habría de influir poderosamente y ser un motivo para intentar
liberar Zaragoza en un día no lejano. En adelante, la serie
episcopal continuó, con la circunstancia de que los sucesores de
Paterno fueron como él abades del monasterio pinatense.
[Martínez Herrero, Bartolomé,
Sobrarbe y Aragón, II, págs. 81-84.]
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