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domingo, 28 de junio de 2020

333. LA FUNDACIÓN DE SALINAS DE HOZ


333. LA FUNDACIÓN DE SALINAS DE HOZ (SIGLO XIV. SALINAS DE HOZ)

Corría uno de los últimos años del siglo XIV, el de las grandes epidemias de peste, de tan infausto recuerdo para toda Europa, para la Península Ibérica y para Aragón.

De momento, todo era calma. Entre extensos campos de mies tostados por el sol abrasador del estío, rodeada de árboles y flores, se levantaba Villa, un pequeño pueblecito de escasos habitantes, que vivían casi exclusivamente de la agricultura y del pastoreo de las cabras y ovejas. Todos los indicios hacían presagiar que la cosecha de aquel año permitiría pasar un buen invierno, con el granero y la despensa llenos.

Pero de repente, una tarde aciaga del mes de agosto, cuando todos los habitantes de Villa recogían las mieses, hizo su aparición el cólera, contra el que no existía más remedio que la purificación por medio del fuego. Para cortar de raíz el mal, casas, campos, pajares, graneros y carros ardieron en una sola llama. El humo se elevaba hasta el cielo, formando nubes inmensas que desaparecían por encima de las colinas circundantes. Los animales, totalmente asustados, huían sin rumbo de un lado para otro; los niños lloraban, las mujeres gritaban, todo el mundo gritaba.

Cuando renació la tranquilidad, los campos ya no eran de oro, sino negros y cenicientos. Maltrechos en el cuerpo y en el alma, sólo quedaron con vida cuatro o cinco supervivientes, que decidieron abandonar lo poco que quedaba en pie de Villa con el ánimo de formar un nuevo pueblo en otro lugar. Así es que anduvieron buscando un emplazamiento adecuado, hasta que decidieron levantar sus nuevas casas de adobe y cañas al pie de una montaña, junto a un manadero de sal, de cuya explotación pensaron vivir. Por eso llamaron a su nuevo pueblo Salinas de Hoz.

Poco a poco, con la aportación de otras gentes tan desgraciadas como ellos, se restableció la vida en Salinas, el nuevo pueblo, y sus habitantes, que no podían olvidar su origen, aún tuvieron arrestos para reconstruir la antigua iglesia de Villa, ahora convertida en ermita, a la que cada año iban y van para recordar sus raíces.

[Datos proporcionados por Silvia María Alas Bistuer.]