280. VICENTE FERRER, PREDICADOR EN MORA
DE RUBIELOS (SIGLO XV. MORA DE RUBIELOS)
Todo el mundo sabe en Mora de Rubielos
y su comarca cómo, a comienzos del siglo XV, el famoso dominico
valenciano —cuya opinión tanto pesara en la solución dada en Caspe tras la muerte de Martín el Humano—, visitó la villa, en la
que fue recibido con enormes muestras de entusiasmo y alegría por
todo el vecindario. Aunque todos querían tenerle en su casas, se
decidió al final alojarlo en la mejor posada de la localidad, una
hermosa mansión gótica, de la misma factura que el templo
parroquial.
Aunque sólo se encontraba de paso,
ante la solicitud de los vecinos
—que deseaban escuchar la palabra
elocuente y sabia de quien ya era considerado como un verdadero santo
en vida— accedió Vicente Ferrer a complacerles y, desde una de las
ventanas de la posada, convertida en improvisado púlpito, se dirigió
a todos en una encendida y fervorosa plática que jamás podrían
olvidar.
En medio de su arrebatado discurso, a
consecuencia de la constante agitación de sus brazos, cayó a la
calle el pañuelo que el orador llevaba en la mano. Al advertirlo la
gente, se precipitó a cogerlo, pero no con intención de
devolvérselo a su dueño, sino para conservarlo como recuerdo y
testimonio de tan importante visita y visitante.
Dado el tropel de oyentes, pues la
calle estaba totalmente abarrotada, no se supo quién o quiénes lo
habían cogido y guardado, mas transcurridos algunos días, y una vez
que el predicador valenciano había abandonado Mora, apareció el
pañuelo depositado al pie del altar mayor de la iglesia colegiata,
sin saber quién lo había dejado.
Comunicó el sacerdote el hecho a sus
feligreses y acordaron custodiarlo en una arqueta construida al
efecto, cerrada con tres llaves, como era costumbre en aquella época
guardar los auténticos tesoros, y el pañuelo de un hombre
considerado como santo, sin duda lo era.
[Recogida oralmente.]