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domingo, 12 de julio de 2020

CAPÍTULO XXXI.


CAPÍTULO XXXI.

De la venida y predicación de san Saturnino (
san Cerní más abajo, Sadurní ?) al condado de Ribagorza, y de los apóstoles san Pedro y san Pablo a España, y fundación de Fraga en los pueblos ilergetes, y demás sucesos de ellos, hasta la muerte del emperador Domiciano

No solo hizo Dios nuestro señor merced a estos reinos y tierras de España enviándoles el apóstol Santiago y sus discípulos para predicar el evangelio; pero cada día enviaba otros, y entre ellos el apóstol san Pedro, príncipe y cabeza de la Iglesia y vicario de Cristo señor nuestro. Fue su venida, según la opinión de nuestro Dextro, a los 10 años de la natividad del Señor, (cuántos años tenía cuando conoció a Jesús? Ya predicaba su doctrina en España cuando Jesús aún tenía 10 años? Será a los 10 años de la muerte de Cristo?) y llevó consigo desde Aquitania algunas imágenes: una de estas es la de Atocha, imágen harto conocida en España por los muchos milagros y maravillas obra Dios por ella. Fue la entrada de san Pedro en España por la ciudad de Tarragona, como lo dice Simón Metafraste, referido por fray Laurencio Surio en el tomo tercero; y de aquí se ve cuán antiguo es en la Iglesia el uso de las santas imágenes, con que queda confundida la impiedad de estos herejes modernos que con diabólica furia las persiguen y profanan.
Por este tiempo vino también san Saturnino, a quien en Cataluña llamamos san Cerní. Este santo, según dice Nicolás Bertrando in Gestis Tolosae, referido por Pujades, predicó en la ciudad de Roda, en el condado de Ribagorza, que si no era de la región de los ilergetes, a lo menos no era muy apartada de ellos; y según se infiere de las palabras de aquel autor, dejó allá obispo; porque dice que este santo dejó ordenado que desde Roda se acudiera a los concilios que se celebrasen en España, argumento cierto del fruto salió de su predicación y de los muchos fieles dejó convertidos, pues les hubo de dejar prelado y asignarle la provincia donde había de acudir en los concilios.
Mientras estas cosas pasaban en España, fue emperador de Roma, y señor en lo temporal de España, Claudio (este murió en el año 45 de la Natividad); y le sucedió en el imperio el impío y cruel Nerón, en cuyo tiempo fue el martirio de san Tesifonte, y demás santos cuyas reliquias se han descubierto en el monte Santo de Granada.
Durante el imperio de Nerón, a los 64 años de la venida de Cristo señor nuestro, vino san Pablo a España, y llevó en su compañía muchos de sus discípulos. De esta venida aún hay memoria en la ciudad de Tarragona, donde edificó el templo que llaman Santa Tecla la Vieja, no lejos de la catedral, a la misma santa, según lo dice Icart en el capítulo 37 de las Grandezas de Tarragona.
En el año 70 de Cristo señor nuestro murió el impío y cruel Nerón, después de haber terriblemente perseguido a la Iglesia, como lo atestiguan todas las historias eclesiásticas; y esta cuentan por la primera de las persecuciones que ha sufrido la Iglesia de Dios, en cuyo tiempo padecieron martirio los sagrados apóstoles san Pedro y san Pablo, y en nuestra corona de Aragón muchos santos prelados y otros, que cuentan Dextro y el Flores de santos.
Muerto Nerón, fue nombrado emperador Galba, y tras este Vitelio, y duró a cada uno pocos meses el imperio, pues el año 71 tuvimos a Otón (Oton), cuyo imperio con ocho meses quedó acabado, y se siguió el de Tito y Vespasiano, que fue muy señalado, por haber ellos, por divina permisión, destruido la ciudad de Jerusalén, en castigo del enorme pecado que cometieron en ella dando la muerte al Salvador del mundo, Cristo señor nuestro, cuyos lamentables sucesos cuenta Josefo, como testigo de vista de aquella gran miseria y calamidad.
En el imperio de Vespasiano llegaron los pueblos ilergetes a gran número de gente, porque había mucho tiempo que gozaban de paz y sin aquellas guerras que vimos en ellos en tiempos pasados. Llegó el número de los vecinos, que no cabían en las poblaciones, lo que obligó a muchos de ellos a salirse de ellas, y fueron a buscar lugar donde vivir, fundando nuevos pueblos y lugares por aquellas comarcas vecinas, y entre otras una que, como más principal que las demás, callando el nombre de las otras, se conservó el de esta, y en honor del emperador Vespasiano, se llamó Gallica Flavia porque el emperador se llamaba Galo Flavio, como cuentan todos los autores que han escrito de él. Está esta población de esta otra parte del río Cinca: fundóse el año del Señor de 72, y después, corrompido el nombre la llamaron y hoy llaman Fraga.
Está sentada en un altozano y monte de tierra, el cual, por delante, comido por las corrientes y crecientes del río Cinca, hace que la entrada sea áspera, de manera que pocos la pueden defender de muchos: por las espaldas se levantan unos collados no ásperos y todos cultivados; pero tan pegados con el pueblo, que impiden que se pueda dañar con los ingenios antiguos ni artillería moderna.
A Vespasiano sucedió su hijo Tito, y a este Domiciano, en cuyo imperio los pueblos de la España Tarraconense pusieron una estatua, honrando con ella a Cayo Valerio Arabino, natural de Vérgido, que es la Seo de Urgel. Este varón había en su república tenido los cargos y dignidades que en ella había, y también había sido sacerdote en Roma y sacerdote augustal en la España Citerior; y esta estatua y honra la vino a merecer por el cuidado y fidelidad con que trató el cargo que aquí tuvo de los libros y matrículas y padrones públicos que para los tributos se hacían. Dura aún la inscripción de la estatua, y dice:
C. VAL. ARABINO
FLAMINI. E. VERGIDO
OMNIB. HON.
IN. R. P. SUA. FUNCTO
SACERDOTI. ROMAE. ER. AUG.
P. H. C.
OB. CURAM
TABULARII. CENSUALIS.
FIDELITER. ADMINIST.
STATUA
INTER. FLAMINALES. VIROS
POSITA
EXORNANDUM
UNIVER. CENSUER.
Púsose esta estatua en Tarragona, donde se halla esta inscripción, como lo dicen Ambrosio de Morales y el doctor Gerónimo Pujades.