2.32. LA MUERTE DEL ÚLTIMO SEÑOR MORO
DE MOMAGASTRE
(SIGLO XI. PERALTA DE LA SAL)
A lo largo del siglo XI, la reconquista cristiana del territorio aragonés, aunque de manera lenta y con
altibajos, fue progresando hacia el sur, empujando poco a poco a los
musulmanes hacia el río Ebro, que constituía una auténtica barrera
natural. No obstante, tanto en tierras del Sobrarbe como de la
Ribagorza todavía quedaban algunos pequeños enclaves moros que se
resistían de manera enconada, cual era el caso, entre otros varios,
del señor musulmán de la fortaleza de Momagastre.
No obstante, también este caudillo
agareno, cada vez más aislado de sus correligionarios, se vio
forzado como tantos otros a desalojar su fortificado y estratégico
enclave, desde el que sus antecesores habían dominado durante más
de trescientos cincuenta años la comarca circundante. Por lo tanto,
no es de extrañar que lo hiciera no sólo entristecido sino también
malhumorado, lo que le llevó a apoderarse por ira y despecho,
durante la huida, de la imagen de la Virgen que presidía el altar
principal de la cercana ermita de Peralta de la Sal.
En su forzado camino hacía el exilio,
aún no se había distanciado mucho de la ermita que acababa de
expoliar cuando una enorme piedra desprendida de la montaña, no se
sabe si empujada o no por los cristianos, lo derribó de su
cabalgadura, quedando sepultado bajo su enorme mole y causándole la
muerte en el acto; otra piedra algo menor de tamaño hizo lo propio
con su hermoso caballo.
La imagen de la Virgen, sin embargo, de manera inexplicable quedó absolutamente intacta y fue devuelta a su propia ermita por los cristianos que, desde entonces, dieron en llamarla «Virgen de la Mora».
Las dos piedras —la grande conocida
todavía hoy como la «Piedra del Moro»— pueden verse aún, y es
costumbre viva que quienes pasan junto a ambas, en señal de
desaprobación, lancen una piedra contra la mayor, aquella que acabó
con la vida del último señor moro del castillo de Momagastre, que
no se resignaba a tener que abandonar la tierra de sus ancestros.
[Andolz, Rafael, «La piedra del Moro»,
Cuadernos Altoaragoneses, 103 (1989).]