321. EL RELICARIO DE JAIME I (SIGLO
XIII. MAGALLÓN)
Existía en pleno monte, en las afueras
de la villa de Magallón, una pequeña pero bonita ermita dedicada a
la Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de la Huerta, a la
que sus habitantes acudían con frecuencia puesto que le profesaban
una gran devoción.
En cierta ocasión, cuando el rey don
Jaime I el Conquistador pasó al frente sus tropas por aquí con
intención de enfrentarse al monarca castellano, acampó e hizo
noche, confraternizando con las gentes de Magallón, que le dedicaron
grandes agasajos.
Fue entonces cuando el rey se enteró
de aquel fervor popular hacia Nuestra Señora de la Huerta, a la que
se le atribuían múltiples milagros, de modo que decidió visitar la
capilla y, esperando ganarse los favores de la Virgen, decidió
adoptarla como patrona.
Al día siguiente, antes de proseguir
el camino con sus huestes hacia Borja, volvió a visitar la capilla y
ofreció a la Virgen un completísimo relicario si la batalla que iba
a disputar llegaba a significar el término de la guerra que mantenía
contra el monarca castellano. Se trataba de un relicario que siempre
llevaba pendiente del cuello y al que tenía en gran estima.
Como la campaña militar contra el rey
castellano fue un verdadero éxito, al regresar victorioso a sus
tierras aragonesas, a pesar de la prisa que llevaba, tuvo el tiempo
preciso para detenerse en Magallón mientras sus tropas seguían
camino adelante y volver a la ermita para cumplir su promesa. Una vez
ante la Virgen se despojó del preciado relicario y lo depositó a
los pies de Nuestra Señora de la Huerta, la misma que pocos años
después, como consecuencia del crimen sacrílego que se cometió
ante ante ella en el recinto de la ermita, abandonó el lugar para
reaparecer en los montes de Leciñena.
[Faci, Roque A., «Nuestra Señora de
Magallón», en Aragón..., I, pág. 84.]