252. VOTO Y FÉLIX, EN SAN JUAN DE LA
PEÑA
(SIGLO VIII. SAN JUAN DE LA PEÑA)
Los hermanos Voto y Félix provenían
de una noble familia hispanogoda y vivían con su padre en la
fortaleza construida en uno de los montes pirenaicos donde se
congregaron buena parte de los cristianos huidos de Zaragoza tras la
invasión árabe. Un buen día el anciano padre los alertó acerca de
un grito o quejido que había oído en la Peña Maladeta y de una
densa nube negra que rodeaba la cumbre del monte Cóculo, ambos
hechos indicadores, según la tradición, de que iba a suceder una
gran desgracia.
No tardó mucho tiempo en concretarse
aquel augurio porque, en efecto, desde la torre de la fortaleza
vislumbraron junto al río Aragón un numeroso ejército de
musulmanes, que no tardó en penetrar en las primeras casas. Pronto
se trabó una verdadera batalla, de la que salieron victoriosos los
árabes, que regresaron con un respetable botín de guerra. Voto y
Félix, que resultaron heridos en la refriega, hallaron al pie de la
torre el cadáver de su padre.
Poco más o menos un año después, en
una tarde de otoño de los primeros años del siglo VIII, Voto salió
de caza por los montes. Divisó un ciervo y corrió tras él; éste,
en su huida, cayó a un abismo. Voto, con el caballo desenfrenado y
creyendo que iba a correr la misma suerte, se encomendó a san Juan
Bautista, como le enseñara su padre, y el animal se paró en seco en
el mismo borde del precipicio. Después de dar gracias a Dios por
haberlo salvado, descendió por la pendiente y halló abajo una
cueva, en la que encontró el cadáver de un viejo ermitaño, Juan de
Atarés, a quien dio sepultura.
Conmovido su hermano Félix por el
relato que le hizo Voto de lo ocurrido, ambos decidieron ceder a los
pobres sus cuantiosos bienes y retirarse a la cueva para consagrarse
a la oración y la penitencia. Pocos años después se les agregaron,
según la tradición, otros dos anacoretas de Zaragoza, Benedicto o
Benito y Marcelo. Había nacido la primera comunidad del monasterio
de San Juan de la Peña.
[Sánchez Pérez, José A., El Reino de
Aragón, págs. 120-122.]