323. PAN DE LA ÚLTIMA CENA SALVADO DE
LAS LLAMAS (SIGLO XV. MONTEARAGÓN)
El real monasterio de Montearagón,
ubicado en las cercanías de la ciudad de Huesca, como correspondía
a uno de los más importantes centros espirituales y de poder
socioeconómico de todo el reino de Aragón, atesoraba importantes reliquias, tanto de
santos diversos como de objetos que habían tenido alguna relación
con los primeros momentos de la aparición del cristianismo.
Igual que sucedía en la lejana
Constantinopla, una de las joyas más preciadas del cenobio oscense
lo constituía un pequeño fragmento de pan de la Cena del Señor,
aquella en la que Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía
en torno a los doce Apóstoles, es decir, auténtico pan de
Jerusalén.
Durante siglos, ha sido duda si el pan
conservado en Montearagón es un fragmento del consagrado
directamente por Jesús, pero de lo que la tradición tiene toda la
certeza es que se trata de pan que estuvo sobre la mesa en la que
tuvo lugar la última cena.
Pues bien, con ser extraordinario que
reliquia tan importante fuera a parar al real monasterio, más
portentoso es todavía que este fragmento de materia tan perecedera y
frágil se salvara del incendio que asoló el convento en el año
1477.
El convento había padecido para
entonces varios incendios parciales, pero éste fue bastante voraz,
cebándose fundamentalmente en la iglesia conventual, cuyo altar
mayor fue pasto de las llamas por completo, sin que los esfuerzos de
los propios monjes, de los donados y de los vecinos de la cercana
población de Quicena pudieran sofocarlo con prontitud.
Como protegido por una fuerza invisible
—junto a otras muchas y singulares reliquias— el fragmento de pan
apareció intacto entre los escombros y las cenizas, lo que dio
origen a que llegaran a Montearagón fieles de todas las latitudes
para admirar aquel testimonio único.
[Blasco de Lanuza, V., Historias
eclesiásticas... de Aragón..., I, lib. 4, caps. 30 y 31. Faci,
Roque A., Aragón..., I, pág.18.]