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domingo, 28 de junio de 2020

CAPÍTULO IV.


CAPÍTULO IV.

De los primeros pobladores de España, hasta la seca de ella.

Común opinión, y de todos recibida por cierta e indubitada, es haber sido Tubal, hijo de Jafet y nieto de Noé, el que, después del diluvio, vino a poblar esta tierra el año 143 después de aquella general inundación que envió Dios para limpiar el mundo de los pecados y ofensas (que) se habían cometido contra su divina Magestad, y 2173 años antes de la venida de nuestro Señor al mundo: atribúyenle a él y a Noé, su abuelo, algunos escritores las fundaciones de algunos pueblos y aun provincias; pero esto parece que es más para adornar los tales pueblos y provincias (por ejemplo, Euskadi, el País Vasco, las Vascongadas, Pays Bas, Señorío de Vizcaya, Gascones, etc.), dándoles tal fundador, que porque entiendan ser así verdad; pero como es en cosa tan antigua, ni nadie lo puede afirmar con certeza, ni convencer a los que tal dicen de mentira.
Solo parece ser lícito y permitido consagrar los orígenes y principios de pueblos famosos a varones insignes en virtud y armas; y lo fuera mucho más, si haciendo esto, se pudieran excusar muchas fábulas y ficciones que en semejantes casos se suelen mezclar con lo que tiene alguna sombra de verdad. Fray Annio de Viterbo quiso escudriñar de tal manera los primeros reyes y señores de España que reinaron en ella desde Tubal hasta la seca de ella, afirmando cosas nuevas y hasta entonces nunca oídas, que muchos las tuvieron por fábulas e invención de aquel autor, que en esta materia quiso alargar la pluma más que otro ninguno de los que escribieron antes de él, afirmando por ciertas, cosas que muchos las tienen por fabulosas; y fue tal su suerte y ventura en esto, que luego fue recibida esta su invención de muchos de los que escribieron historias generales de España, después de la edición de aquel su Beroso, sin reparar en aquello que él había escrito, teniéndolo todos por cosa cierta e indubitada; y así no cayeron en la cuenta, hasta que, mirando mejor y averiguando sus historias, se conoció el engaño. Luis Vives, en su libro De tradendis disciplinis, siente tan mal de este autor y de sus reyes fingidos, que dice estas palabras: Libellus circumfertur, Berosi Babylonii título, de eadem re; sed commentum est, quod indoctis et oliosis hominibus mirè allubescit, cujusmodi sunt Xenofontis equivoca, tum Archilochi, Catonis, Sempronii et Fabii Pictoris fragmenta, quae eodem sunt libro ab Annio Viterbiensi conferruminata, commentisque reddita magis ridicula; non quin insint in eis quaedam vera, nam alioqui frontem non haberet narratio; sed ipsum historiae corpus commentitium est, nec illius cujus titulum mentitur; como si dijera: un libro corre agora con capa de Beroso Babilónico, que es una manifiesta patraña que ha sonado bien a los oídos de los indoctos y poco estudiosos: de la misma mano son los equívocos de Jenofonte y los fragmentos de Archiloco (archi + loco), Caton, Sempronio y Fabio Pictor (cipotr, picture), que fueron engendrados con el Beroso (de veritas, verp, verdadero, veroso; juego de palabras con mentiroso) por fray Juan Annio de Viterbo, y vestidos de sus comentarios, con que han acabado de ser del todo libros de burla; no porque no tengan algunas verdades (que de otra manera fuera haberse jugado la vergüenza aquel autor), sino porque el cuerpo de aquella historia es una pura imaginación, y no hija del padre que allí se menta. Este fray Annio, en este su libro, que él intitula Beroso, hace mención de veinte y cuatro o más reyes que, después del universal diluvio, reinaron en España, descendientes de Tubal, hijo de Jafet y nieto de Noé, a quien todos los autores llaman poblador de España; y aunque entre ellos mete algunos que, según los más autores, fueron verdaderos reyes; pero los más de ellos son tan incógnitos y extraordinarios, que, antes que él sacara aquel su libro, ninguna memoria ni noticia se tenía de ellos; porque lo que no es no se sabe ni llega a noticia de los que saben, y es indubitado que, si fuera verdad lo que él inventó, halláramos memoria de ellos en los autores antiguos que florecieron antes de este fray Annio, que vivía en tiempo de los reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, a quienes lo dedicó, y con que vino a ganar aquel libro muy grande reputación y crédito, porque no se había de pensar que osara aquel ni otro autor dedicar a aquellos reyes obra que no fuese muy cierta y averiguada, pues como a tal, y no como a libro de caballerías o fabuloso, se publicaba: y don Antonio Agustín, en sus diálogos, muestra sentirse que este autor y Ciríaco Anconitano se hayan querido burlar de los españoles, fingiendo hechos de España del tiempo de Noé y Tubal, con una orden tan particular de los reyes que reinaron después del diluvio, como si fueran de poco tiempo acá, atribuyéndoles las fundaciones de los mejores pueblos de ella: y lo bueno es, que ha adquirido este libro tal opinión, que ya no hay historia de España, ni fundación de ciudad semejante al nombre de aquellos reyes, sin Beroso, Megastenes y fray Juan Annio de Viterbo que los puso en el mundo; y “no habíamos, dice don Antonio Agustín, de ser tenidos en tan poco los españoles, que se atreviesen estos italianos a darnos a entender que habían pasado por acá cosas que ellos habían visto, y que ni nosotros ni nuestros antiguos autores habíamos sabido hallar;» y así, siguiendo la opinión de los dichos dos autores, de Rafael Volaterrano, del padre Mariana, de la Compañía de Jesús; de Gaspar Escolano en su historia de Valencia, de fray Gerónimo Román, del doctor Peña en la historia de Toledo, y del padre Antonio Posevino, de la Compañía de Jesús, con los demás autores que él alega en su opinión, dejaremos estos reyes y sus cosas, pues no hallo autor, ni entiendo le haya, que escriba ni diga en particular quién fue rey o señor de estos pueblos Ilergetes en el espacio de mil noventa y dos años que corrieron desde el universal diluvio, que sucedió a los 1657 años de la creación del mundo, hasta la seca de España, según la cuenta de Garibay, ni se halle cosa ni suceso particular de ellos en que habernos de detener, hasta la seca de España.
Sucedió esta seca y esterilidad en estos reinos, según la opinión del dicho autor, a los 1030 años antes del nacimiento del Señor, aunque hay otros autores que la ponen en otro año: lo cierto es haber sido uno de los mayores castigos que sabemos haber Dios señor nuestro enviado sobre ella, porque estuvo veinte y seis años sin llover, y quedó del todo despoblada, y no hubo en ella cosa verde, sino fue en las riberas del Ebro y Guadalquivir; y aunque fue daño común para todos los del reino, pero más lo sintieron los ricos que los pobres, porque estos a los primeros años se salieron de la tierra, pasándose a África, Francia y otras partes; y algunos afirman que en los Pirineos se recogieron muchos, donde no sintieron tanto aquella gran sequedad; pero los ricos aguardaron lluvia hasta más no poder, y siendo el cielo tan duro, quisiéronse salir de la tierra y pasar a otros reinos, como habían hecho los pobres más en tiempo, pero no pudieron por las grandes aberturas de la tierra, causadas de la gran sequedad de ella, ni aun hallaron qué comer, porque todos los frutos de la tierra estaban acabados. Perecieron entonces todos los príncipes y más poderosos de ella, y quedó este miserable reino perdido y del todo acabado, sin quedar en él persona alguna, ni bestia irracional. Sobrevinieron también tales vientos, que arrancaron todos los árboles y levantaron polvoredas estrañas, y el viento llevaba el polvo de unas partes a otras, como mueve la tierra en África; y si estos vientos hubieran sucedido al principio, fuera menos mal, pues henchidas las grietas y aberturas que había hecho la sequedad, pudieran pasar los ríos que salían de ellas; pero por haber sucedido después, cuando eran ya todos acabados y muertos, no fue de provecho el llenarse las aberturas. Pasados estos veinte y seis años, se apiadó Dios de ellos y envió agua y rocío del cielo, con grande abundancia, y la tierra reverdeció y volvió a dar apacibles y abundantes frutos, y se volvió a poblar así como de antes.
Bien veo que hay autores que tienen esta sequedad por cosa dudosa, y no les faltan fundamentos; pero es tan recibido de todos este suceso, que ya es común opinión, y más cierta y verdadera que no la de los reyes que antes de ella reinaron en España.

HISTORIA DE LOS CONDES DE URGEL. Capítulo I.


HISTORIA DE LOS CONDES DE URGEL.

Capítulo I.

En que se describen los pueblos Ilergetes.

Están el condado de Urgel y el vizcondado de Ager en el Principado de Cataluña, en una partida o región de tierra que los antiguos llamaron los pueblos Ilergetes, nombrados así de la ciudad de Lérida, llamada de ellos Ilerda, que fue la cabeza y pueblo más principal de ellos. Ocupaban muy gran parte del reino de Aragón y Principado de Cataluña, y no acaban de determinarse los autores qué tierra era la que correspondía bajo o dentro los límites de estos pueblos; pero siguiendo la más común y cierta opinión, hallo que, mirados todos juntos, eran de figura cuadrangular y constaban de cuatro lados y puntas. El primer lado, de la parte de oriente, tenía la distancia de tierra que corre desde la fuente del río Gállego hasta la fuente o nacimiento del río Llobregat, fingiendo o tirando una línea de la una fuente a la otra. De la parte del mediodía, les dieron Florián de Ocampo y otros por límite el río Segre; pero es cierto dilatarse muy gran espacio de tierra de la otra parte del dicho río, extendiéndose hasta los montes de Segarra y tirando o fingiendo una línea desde la fuente del Llobregat hasta el río Ebro. Por la parte de poniente tenían al río Ebro, cuanto discorre de la entrada del Gállego hasta la villa de Flix, que está a las orillas del mismo Ebro; y por el septentrión, considerada cierta raya, según la postura que Tolomeo señala, desde la fuente del Gállego hasta el Ebro, dividiendo la región de estos Ilergetes de otros españoles nombrados Vascones. Hay dentro de esta tierra diez ríos caudalosos, cuyas riberas son tan pobladas y fértiles, que pocas en España las aventajan. El más principal de estos ríos es Ebro, al que Marineo Siculo da el primer lugar entre los ríos de España, como aquel de quien esta provincia fue llamada Iberia, según dice Plinio (Lib. 3, c. 3.): quem propter universam Hispaniam Graeci appellavere Iberiam; y tiene su nacimiento cerca de un puerto llamado Fuentible, que es lo mismo que fuentes de Ebro, que está cerca de Aguilar del Campo, y corre a raíz de Cantabria, atraviesa Navarra, Aragon y Cataluña, y después de haber corrido más de ciento y diez leguas, junto a Tortosa entra en el mar Mediterráneo, con tan grande furia, que gran trecho aun queda su agua dulce y sabrosa. Es río navegable, y antiguamente lo fue mucho más; y en tiempo de los romanos se navegaba hasta Logroño, en el reino de Navarra, que, comparado, lo que hoy se navega es poco; y así parece que quieren afirmar algunos autores (Garibay), que Tubal, cuando vino a poblar España, empezó por Cantabria, subiendo y navegando por este río arriba. Recibe en sí diez y siete ríos grandes y caudalosos, sin las otras muchas aguas que entran en él de Navarra, Aragón y Cataluña. Abunda de mucha pesca, especialmente de sábalos, que son admirables: sus aguas son muy sanas y apacibles, y las estiman mucho las mujeres, por hacer las manos y cara muy blancas y blandas; y por esto son traídas de unas partes a otras: cujus aqua, dice Sículo, vel ad bibendum, vel ad lavandum perutilis, in cadis ad regiones alias transfertur; ea siquidem manus albiores et facies molliores facit, et pota, corpora saniora; y finalmente, cuando fue la seca general de España, no quedó en ella cosa verde sino fue en la orilla de este río y de Guadalquivir.
Segre es el otro río que hay en estos pueblos; y este traviesa por el condado de Urgel: es muy celebrado por haber salido de sus riberas los pobladores de la isla y reino de Sicilia, que le dieron el nombre de Sicania. Llamáronle los antiguos Sicano y Sicoris o Segre los modernos. Vivían en sus orillas una gente que se llamaban Sicanos: estos, dice Tucídides que echaron de sus casas y moradas los Sigios, gente húngara, feroz y bárbara, que, dejada su tierra, vinieron a poblar en España, movidos por ventura del oro y plata que manó del incendio de los Pirineos, que convidó a muchas naciones bárbaras, que vinieron para gozar del tesoro que aquellos montes dentro de sus entrañas tenían. Salidos de aquí los Sicanos, pasaron a la isla de Sicilia, que hasta entonces se llamaba Trinacria, por razón de las tres puntas o promontorios que hace, y quedó con el nombre de Sicania, y vivieron en ella mucho tiempo nuestros Sicanos; y Tucídides, autor griego, que vivía el año 450 antes del nacimiento de Jesucristo señor nuestro, afirma, que en su tiempo aún había descendientes de aquella nación, que tenían una parte de aquella isla, hacia el occidente. Marineo Sículo da otra causa de haber pasado esta gente a Sicilia, y dice que hubo en la España citerior algunas guerras civiles entre los vecinos y moradores de las orillas del Segre, y los que quedaron vencidos dejaron esta provincia y pasaron a Italia, y de aquí a Sicilia, donde llegaron cansados y codiciosos de tomar asiento y reposo; y por hallar aquella isla casi deshabitada, conociendo su fértil y buen terruño, se quedaron en ella; y Silio lo cantó con estos versos:

Post dirum Antiphae sceptrum et ciclopea regna,
Vomere verterunt primum nova rura Sicani;
Pyrene missit populos, qui, nomen ab amne
Asciti patrio, terrae imposuere vacanti.

Lleva este río arenas de oro, que se coge en él con harta abundancia, y por eso son sus aguas muy saludables: nam aureas affert arenas, et potus est valde salubris. Recoge el Cinca, las dos Nogueras, Pallaresa, porque viene del marquesado de Pallars, y Ribagorzana, porque viene del condado de Ribagorza, y Balira, que viene por la parte del septentrion, y después de haber regado y fertilizado mucha tierra, desaguan en él. Por la parte del mediodía recibe los ríos de Bragos, Lo Corp, Sió y río de Cervera, que traviesan y fertilizan el llano de Urgel; y con estos ríos que, entrados en él, pierden su nombre, y con otras muchas aguas que recoge, después de haber regado y fertilizado gran parte de tierra, acaba en Ebro, que, recogiéndole en sí, le quita y acaba el nombre.
Es notable este río, pues en él, por permisión divina, recibió la hija de Herodias el justo castigo de haber complacido a su impía madre, pidiendo la cabeza del santo precursor Bautista; y fue que los delitos y maldades de Herodes Antipas y de Herodias, su manceba, les merecieron ser echados de Judea y desterrados a Francia y de aquí a Lérida, donde murió infelizmente; y Herodias bailando por su gusto sobre este río, que estaba helado, se rompió el hielo, y ella quedó sumergida, sacando solo la cabeza, que cortaron los mismos pedazos de hielo sobre que ella había bailado, pereciendo en aquel baile. Lucio Dextro, hijo de san Paciano, obispo de Barcelona, lo dice en su Omnimoda Historia, que apareció escrita en nuestros días, por estas palabras: Herodias vero, saltans super Sicorim, flumen llerdae, glacie concretum, summersa, miserabiliter periit. Pero mejor lo dijo Niceforo Calixto, aunque no nombra el río: Eundum filiae Herodiae erat brumali tempore, et fluvius trajiciendus, qui, cum glacie contractus coagmentatusque esset, pedes eum transibat; glacie autem rupta, idque non sine Dei numine, demergitur illa statim, capite tenus, et inferioribus corporis partibus lasciviens moltiusque se movens, saltat, non in terra, sed in undis: caput scelestum, frigore et glacie concretum, deinda etiam convulneratum, et a reliquo corpore, non ferro, sed glaciei crustis ressectum, in
glacie ipsa saltationem letalem exhibuit, spectaculoque ejus omnibus praebito, in memoriam ea que fecerat spectantibus revocat. Y de todo había hablado aquel apostólico varón san Vicente Ferrer, el qual en el sermón hizo en la fiesta del martirio del gran Precursor, dijo estas palabras: Filia vero ejus, cum super glaciem tripudiaret, ub ea glacies resolvitur, et ipsam in aquis continuò submersit, et modo tripudiat cum daemonibus in inferno. Herodes autem in exilium missus ab imperatore, et ibidem miserabiliter vitam finivit.
Hay edificados en esta región de los Ilergetes muchísimos pueblos: los más principales en Aragón son: Huesca, Gurrea, Montaragon, Ayerbe, Balbastro, Monzon, Benavarre, Ripop, Alcolea, Bellver, Fraga, Calamera, Vallobar, Alcubita, Perdiguera, Bujaraloz, Mequinenza, Xelse, Vililla y otros muchos. En Cataluña: Balaguer, ciudad y cabeza del condado de Urgel; la ciudad de Urgel llamada la Seo, donde reside el obispo y cabildo; Agramunt, Tárrega, Linyola, Bellpuig, Anglesola, Aytona, Camarasa, cabeza de estos dos marquesados, Pons, Oliana, Castelló de Farfanya, Áger y otros muchos, que, entre Aragón y Cataluña, pasan de más de cuatrocientas poblaciones con campanario (1: Ocampo, lib. 3°, c. a° ).
Tolomeo en su geografía, después de haber tratado de los Vascones y referido los pueblos hay entre ellos, dice estas palabras: et post hos etiam Ilergetes. In quibus civitates mediterraneae Bergusia, a la que da de longitud 16° y 30, y de latitud 43°, y la traducción italiana dice ser Balaguer; Celsa, de longitud 16°, y de latitud 42° y 45; Bergidum, que quieren algunos sea la Seo de Urgel (y con ellos el padre Gordoño en su Cronología), y tiene de longitud 15° y 30, y 42° y 30 de latitud; Erga, a la que da 15° de longitud y 45, y de latitud 42° y 15; Succosa, a la que da 15° y 10 de longitud, y 42° y 30 de latitud; Osca, que es la ciudad de Huesca, a la que da 16° de longitud, y 42° y 30 de latitud; Burtina, que dicen ser Balbastro, 15° y 10 de longitud, y 41° y 56 de latitud; Gallica Flavia, que dicen ser Fraga, a la que da 15° 30 de longitud, y 41° y 40 de latitud; Orcia, que dicen ser Alcarraz, 15° de longitud y 41° y 30 de latitud; y Ilerda, que es Lérida, 15° y 56 de longitud, y 41° y 26 de latitud.
De estos pueblos era la cabeza la ciudad de Lérida, a la que dan los historiadores varios fundadores. Unos quieren que haya sido Brigo, antiguo rey de España y bisnieto de Tubal, que reinó el año 400 después del diluvio y dejó fundadas muchas ciudades principales, y entre ellas fue la de Lérida. Otros atribuyen la fundación de esta ciudad a Hércules Libio, de quien dicen que, armado de una porra o maza y vestido de una piel de león, iba por el mundo domando monstruos, valiéndose de estas armas, porque aún no estaban inventadas las de acero que después se usaron para destrucción del género humano. Este, dicen que más de 1600 años antes del nacimiento de Jesucristo señor nuestro, llegó en el puesto donde hoy la vemos edificada, con muchos griegos de Acaya y del Ilirico que le seguían, y agradados de la tierra por su apacibilidad y grasura, y por ser en cierta manera semejante a la que ellos habían dejado en Grecia, edificaron en un montecillo que está casi en el medio del llano de Urgel, cuyas faldas baña el río Segre, una ciudad que en su lengua llamaron Ilerda, aludiendo al nombre del Ilirico que hoy decimos Esclavonia, de donde ellos habían salido. Juan Vazeo sigue la opinión de los que dicen ser fundación de Troyanos 1139 años después del diluvio, y que le dieron este nombre en honra del dios Apolo, a quien ellos llamaron llleus, y de aquí vino que muchos escriben Illerda con dos eles y lllergetes asímismo; pero hallamos en los poetas lo contrario, y hacen la primera sílaba breve, lo que no podría ser si se escribiese con dos eles. / Leyda, Lleyda, Lleida /
Es esta ciudad muy celebrada de César en sus Comentarios, por las victorias que cerca de ella alcanzó de Marco Varron, Lucio Afranio y Marco Petreyo, capitanes de Pompeyo; célebre en edificios, templos, casas y copia de vecinos; regalada por su fértil, apacible y dilatada huerta, y por las aguas del río Segre que bañan sus muros y la proveen con abundancia de pescado; ilustre por su antigua universidad, que ha dado al mundo una infinidad de varones doctísimos en todas facultades y ciencias, a la cristiandad un papa, que fue Calixto tercero, que en ella recibió el grado de doctor, como dice Platina, y a la iglesia un santo, que fue san Vicente Ferrer, que en ella recibió el grado de Maestro en Teología; y por eso la alaba Jacobo Mendedorpio en su tratado Academiarum orbis celebrium. Era antiguamente marquesado; y Ramón Berenguer, conde de Barcelona y príncipe de Aragón, se intitulaba marqués de Lérida y Tortosa, como parece en muchas escrituras de su tiempo.
Es est ciudad madre de la de Valencia, y de ella salieron mil mancebos y otras tantas doncellas que, después que el rey don Jaime la conquistó de los moros, la poblaron. Lérida le dio peso y medida, y le comunicó parte de sus armas o señal con que hoy señala la moneda de vellon de aquel reino; y de cuatro flores de lis que hacía Lérida en sus escudos, le dio una, y ella se quedó con tres, en premio de haber sido sus vecinos los primeros que la entraron cuando el rey don Jaime la tomó: reconoce Lérida a Valencia por hija y esta a aquella por madre, y con estos títulos se tratan, reconociendo siempre Valencia, como buena y agradecida hija, lo que debe a Lérida, su madre. Marineo Sículo, tratando de la moneda de Valencia, lo dijo muy bien: Caeterum Valencia suae monetae signum tamquam munus accepit ab Ilerda civitate; nam cum rex Jacobus Valenciam, mauris plenam, propugnatoribus obsideret, convocatis ducibus et cujusque civitatis praefectis, constituit, cunctis assentientibus, ut quae civitas primum Valenciae muros oppugnando prorrumperet et civitatem ingrederetur, ea, in suae virtutis et honoris memoriam, Valenciae colonias mitteret, et pondera, mensuras et monetae signum conferret. Cum igitur Ilerdae cives, acriter oppugnantes, primùm Valenciae muros dirruissent, expugnatam civitatem, mauris fugatis et occissis, ingressi, summa laetitia gestientes, ei, prout rex imperaverat, cultores adolescentes numero mille totidemque puellas virgines tradiderunt, et cum mensuris et ponderibus florem lilii unum quo monetam insignirent. Nam prius Ilerda quatuor in suis armis et insignibus lilii floribus utebatur, nunc vero tribus dumtaxat; quamobrem Valenciae gratissima civitas, in litteris quas ad Ilerdam scribit, eam matrem semper appellat, et in magnis rebus non secus ac parentem charissimam consulit; et Ilerda Valenciam filiam vocat, cujus commodis et honoribus diligenter incumbit.
Lucano en el libro tercero describe esta ciudad y con breves palabras comprende mucho de lo bueno que hay en ella:
Colle tumet modico, levique excrevit in altum
Pingue solum tumulo: super hunc fundata vetusta
Surgit Ilerda manu.

Acordóse de ella también Horacio en sus sermones, cuando hablando con su poema, le dice:

Contrectatus ubi manibus sordescere vulgi,
Corporis aut tineas pasces taciturnus inertes,
Aut fugies Uticam, aut unctus mitteris Ilerdam.