322. JAIME I DONA UNA ESPINA DE LA
CORONA DE CRISTO AL MONASTERIO DE SAMPER (SIGLO XIII. SAMPER DEL SALZ)
Fue hecho común y muy generalizado en
toda la cristiandad occidental el afán por hacerse con reliquias
(objetos, pertenencias e incluso miembros o partes del cuerpo) de
aquellas personas que se habían distinguido en vida por sus virtudes
piadosas o por haber sufrido por defender la fe. Cuanta mayor
significación tuvieron para la comunidad más importante eran como
testimonio, por eso se apreciaban y valoraban más aquellas que
provenían del propio Jesús, de la Virgen María, de alguno de los
doce apóstoles, de algún mártir especialmente famoso o de los
santos más señeros de la Iglesia.
Los monasterios y las iglesias —e
incluso muchos particulares para guardarlos en sus propios oratorios
privados— rivalizaron entre sí de las maneras más diversas e
inverosímiles por adquirir y conservar en hermosos relicarios, que a
veces eran auténticas obras de arte orfebre, aquellos verdaderos
tesoros propiciados por la fe.
Dentro de este contexto, no podía ser
menos que los demás el monasterio cisterciense de Samper del Salz,
al que parece que el propio abad Guillermo, cuando llegó hasta aquí
dispuesto a fundarlo, entregó al tesoro monástico una espina de la
corona que ciñera la cabeza de Cristo.
Sin embargo, una tradición popular muy
extendida por la comarca cuenta que eso no fue exactamente así, sino
que la sagrada reliquia —un verdadero tesoro de acuerdo con la
escala valorativa de los relicarios— fue una donación personal del
rey Jaime I el Conquistador a los monjes bernardos para que la
depositaran en el monasterio de Samper, lo cual nada tendría de
extraño conociendo la afición e inclinación que el conquistador de
Valencia tenía, aparte de por la Virgen María, por las reliquias de
todo tipo, y él, en su calidad de rey, estaba en condiciones de
lograr para los suyos reliquias importantes, como la que hizo
depositar en el monasterio cisterciense de Samper.
[Bernal, José, Tradiciones..., págs.
55-56.]