(SIGLO VIII. ZARAGOZA)
Discurría el año 714, cuando el cerco
de los hombres de armas que capitaneaba Tariq a punto estaba ya de
conseguir la victoria sobre la importante ciudad de Cesaraugusta.
Como quiera que ésta —amparada tras las gruesas murallas que
construyeran los romanos— se defendía con bravura inusitada, aún
se le unieron a aquél las tropas de Muza llegadas desde Toledo, de
modo que el obispo zaragozano Bencio, ante la gravedad de la
situación, reunió en la iglesia de Santa María la Mayor a los
personajes más destacados de la ciudad para aconsejarles que
abandonaran rápidamente la ciudad para ir a refugiarse en zonas más
inaccesibles y seguras de las montañas pirenaicas.
Mientras se luchaba denodadamente en
los muros, en la iglesia, en medio de aquella plática, un noble
hispanogodo interrumpió al obispo en su arenga para advertirle que
era él quien debía huir y poner a salvo las sagradas reliquias y el
tesoro de la iglesia, no así los caballeros cristianos, que debían
aprestarse a defender la ciudad hasta el final junto a sus hombres.
Sin excepción, todos los allí presentes apoyaron con rotundidad la
propuesta de aquel noble.
Así fue como el obispo Bencio,
acompañado por dos de sus familiares, recogieron todos los bienes de
valor, lo cargaron a lomos de varias mulas, y salieron por la puerta
de Oriente en dirección a las montañas del norte, hacia Huesca,
amparados por la escolta de los hombres de dos de los nobles
presentes en la reunión.
Aquella fue una decisión que reflejaba
perfectamente el ánimo de los cristianos, conocedores de lo que
estaba sucediendo en todas las poblaciones que, una tras otra, caían
en manos sarracenas. Lo cierto es que —según la leyenda— aún no
habían transcurrido tres horas de la huida de la comitiva del obispo
Bencio, cuando los musulmanes consiguieron derribar la puerta Cinegia
y, entrando como una auténtica avalancha por sus calles y plazas,
obligaron a las autoridades de Cesaraugusta a capitular.
[Sánchez Pérez, José A., El Reino de
Aragón, págs. 81-82.]
Carrillo y Lamberto prolongan su episcopado hasta el año 700 o 701 nombrando como su sucesor a Bencio, a quien Risco considera un obispo ficticio.
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