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martes, 23 de junio de 2020

293. EL CUADRO DESPRENDIDO, HUESCA


293. EL CUADRO DESPRENDIDO (SIGLO XV. HUESCA)

293. EL CUADRO DESPRENDIDO (SIGLO XV. HUESCA)


En el convento que tenía abierto en Huesca la Orden dominica —casa en la que Vicente Ferrer se hospedó en más de una ocasión con motivo de su constante peregrinar por tierras aragonesas—, tuvo lugar un hecho ciertamente inexplicable y gracioso a la vez.

Entre la congregación oscense, era costumbre dar dos pitanzas el día que se conmemoraba el recuerdo y la festividad de san Vicente Ferrer, pero como aquel año coincidía con la Semana Santa, tiempo de recogimiento y ayuno en el mundo cristiano, estimó el prior que no procedía tal celebración. Aquella decisión fue origen de una gran contrariedad por parte de toda la comunidad de frailes, sobre todo de los que eran más jóvenes.

No obstante, a pesar de lo dicho, todo se desarrollaba con normalidad entre los miembros de la congregación hasta que llegó la hora de asistir a la misa solemne. Como era habitual, por tratarse de día tan señalado, el oficiante principal iba a ser el propio prior.

Llegado el momento, el prior se dirigió con tiempo a la sacristía para prepararse. Naturalmente iba a revestirse con una magnífica casulla festiva que ya estaba colocada, perfectamente doblada, sobre el amplio armario bajo de cajones, lo mismo que los demás ornamentos.

De repente, cuando con parsimonia había comenzado el prior el ritual, sin que se soltara el clavo ni se rompiera la cuerda que lo mantenían colgado, cayó sobre su cabeza un cuadro que representaba a san Vicente Ferrer. El quebranto para el prior no fue grave, afortunadamente, pero en los bancos de la iglesia y en los sitiales del coro los frailes, sobre todo los más jóvenes, sintieron una sensación y un gozo especiales.

Sin duda alguna, el pequeño chichón que el prior mostraba durante la celebración de la misa les resarcía de la pitanza no concedida ni ingerida. Era, con toda seguridad, así lo creían ellos, la pequeña satisfacción que Vicente Ferrer les quiso proporcionar en el día de su aniversario.

[Vidal y Micó, Francisco, Historia de la portentosa vida..., pág. 232.]




287. LOS FALSOS FRAILES, Daroca


287. LOS FALSOS FRAILES (SIGLO XV. DAROCA)

Predicaba un día el fraile valenciano Vicente Ferrer en Zaragoza en la catedral de San Salvador. En un momento de su plática, comentaba a los fieles cómo esta ciudad podía presumir de ser una de las que más limosnas
aportaba para la atención a los menesterosos, e incluso destacaba que vivía en ella un comerciante de paños que vestía gratis a quien acudiera en nombre de Dios para tomar el hábito dominico. Era aquella la parte positiva de su argumento.

Sin embargo, advertía que, por otro lado, se había descubierto a muchos truhanes que, bajo ese pretexto, intentaban estafar a tan altruista comerciante, pues eran ladrones sin conciencia ni escrúpulos. Y denunciaba que le constaba que ese mismo procedimiento engañoso se estaba dando en otras ciudades y pueblos de Aragón, así es que alertaba a todas las gentes de buena fe para que los denunciaran a las autoridades.

Ahondando todavía más en el asunto, dijo haber recibido un correo de Daroca, que había hecho el trayecto en menos de veinte horas, y le puso de manifiesto que un hombre llamado Bernat Aguiló se había presentado en nombre del propio Vicente Ferrer pidiendo socorros. Contando con tan acreditada recomendación, accedieron en la tienda a darle los paños precisos para que se vistiera, mas el interfecto dijo preferir mejor dinero contante y sonante.

Aquello levantó las sospechas del dueño y de los dependientes y decidieron ponerlo en conocimiento de los agentes municipales que optaron por retenerlo mientras se aclaraba si pertenecía o no a la orden dominica. Como resultara ser mentira, fue encarcelado.

De la misma manera, continuó el predicador, existen mujeres rameras que utilizan engaños parecidos, así es que todo el mundo debe estar alerta y no hacerles caso, y aun denunciarlos a todos si no van acreditados por un regidor de la Orden.

[Vidal y Micó, Francisco, Historia de la portentosa vida..., pág. 227.]