256. BALANDRÁN, ELEGIDO HERALDO DE LA
VIRGEN DEL PUEYO
(SIGLO XII. BARBASTRO)
Estamos en pleno somontano barbastrense
y, más concretamente, en el pueblecito de Morilla de Ilche. De aquí
era Balandrán, un muchacho nacido en el seno de una familia bastante
humilde, que ayudaba con su trabajo de pastor al sostenimiento de la
misma.
Entre los lugares preferidos por sus
ovejas para pastar, pocos como el montículo del Pueyo, en las
cercanías de la ciudad de Barbastro. Allí se hallaba precisamente
un día cuando, tras recoger el rebaño en un redil, se disponía a
tomar un bocado y a pasar la noche en una pequeña cueva que él
mismo había acondicionado y le servía de amparo.
Tras comer el pan y las magras de
rigor, se dispuso a rezar para arrebujarse en la manta. Le acompañaba
su perro. De pronto, en el silencio del monte, oyó que alguien le
llamaba por su nombre. Muy temeroso y desconfiado, se acercó al
almendro de donde parecía proceder la voz misteriosa y, atónito por
lo que veía, hincó sus rodillas en tierra. Tenía ante sí a la
Virgen, apoyada en una de las ramas del árbol.
Dialogó como pudo con ella, que le
solicitaba que fuera a Barbastro a contar lo sucedido y, sobre todo,
a manifestar a los barbastrenses su deseo de que se le construyera en
el Pueyo un santuario donde mejor acomodarse. Para que no le tomaran
por necio o que pudieran no creerle, le grabó una señal indeleble
en la frente.
Los habitantes de Barbastro, con el
clero y las autoridades al frente, fueron en procesión hasta el
Pueyo al día siguiente. En el almendro, mientras las ovejas pastaban
solas por la ladera, la imagen sonriente de la Virgen, llamada del
Pueyo desde ese instante, convenció a todos.
Pocos meses después, en la cima misma
del pueyo o montículo, (podium : podion : puig : pui : puch : puy : poggio) había nacido un hermoso santuario, lugar
habitual de peregrinación de todos los pueblos de la comarca que se
domina desde lo alto. Balandrán, aun sin dejar de apacentar a sus
ovejas, decidió dedicarse al servicio de Nuestra Señora, a la que
pronto honraría una comunidad entera de frailes.
[Faci, Roque A., Aragón..., I, págs.
189-191. Rincón, W., y Romero, A., Iconografía... II, pág. 31.]