5. EL MUNDO JUDÍO
210. EL CID EXPULSA A LOS JUDÍOS DE
TAMARITE de Litera
(SIGLO XII. TAMARITE)
Toda la comunidad cristiana, que había
vivido como mozárabe en Tamarite, estalló en una auténtica fiesta
para celebrar la liberación de la villa y del castillo del dominio
musulmán por el empuje imparable de los ejércitos del rey aragonés.
Absolutamente todos se lanzaron alborozados a las calles, que eran
recorridas una y otra vez por grupos de jóvenes que danzaban
cruzando palos entre sí recordando tantas luchas pasadas entre
cristianos e infieles. Esta manera de festejo y de rememorar aquel
difícil pasado perduró durante siglos entre la población
tamaritana, aunque luego se perdiera.
Tras la liberación, poco a poco se fue
organizando la vida del nuevo Tamarite, el cristiano. Al principio,
con cierto temor, como es lógico, pues todavía quedaba en pie,
densamente poblado y amenazante, el importante enclave moro de
Lérida, que estaba demasiado cercano y era los suficientemente
poderoso como para poder estar tranquilos.
Por deseo expreso de los reyes de
Aragón, los cristianos tuvieron que aprender a convivir con los
moros que desearon permanecer al cuidado de sus antiguas tierras —los
ahora llamados mudéjares— aunque es cierto que muchos de ellos
prefirieron emigrar junto con sus correligionarios a Lérida pensando
en su fuero interno en regresar algún día no muy lejano. Y también
permanecieron entre los vencedores algunos miembros de la comunidad
judía, vistos y sentidos en aquellos momentos de incertidumbre y
temor como miembros de una raza maldecida.
Temían todavía los cristianos
tamaritanos que estos judíos —aunque no eran muy numerosos pero,
en general, bien acomodados económicamente merced a su tradicional
actividad mercantil— se rebelasen contando con la ayuda de los
hebreos de Lérida, por lo que intentaron hallar solución a sus
temores buscando y hallando la ayuda del famoso Rodrigo Díaz de
Vivar, el renombrado Cid Campeador, terror de la
morisma, quien, en efecto, redujo y echó fuera de Tamarite a todos
los judíos que en ella había, acción todavía más que
sorprendente cuando era notorio que para entonces el Cid ya había
fallecido.
[Moner, Joaquín M., Historia de
Tamarite, págs. 105-106.]