2.51. LA RECONQUISTA DE BORJA (SIGLO
XII. BORJA)
El jefe musulmán de Borja, amparado en
lo inexpugnable de su castillo, realizaba constantes razzias en los
territorios cristianos del norte, lo que le proporcionaba pingües
beneficios.
En cierta ocasión, se adentró con sus
huestes en Navarra y, junto con la captura de un gran botín, raptó
a la hija de un noble cristiano con ánimo de convertirla en su
esposa, como así hizo. Llevó a la joven a Borja, se casó con ella
y la confinó entre las paredes del castillo, prohibiéndole realizar
prácticas de su religión cristiana y mucho menos que se las
enseñara al hijo que esperaban. En realidad, nació una niña,
mientras la desdichada madre moría en el parto. La niña fue
confiada a una nodriza.
Las cosas se complicaron para el jeque
borjano, pues sus enemigos cristianos le atacaron en varias ocasiones
con evidente peligro. Redobló la vigilancia y mejoró las defensas,
pero todo era poco, así es que, totalmente en secreto, pactó con el
diablo.
A la vez que el jefe moro buscaba
apoyos tan extraordinarios, el ama nodriza —no sabiendo nada del
hechizo y temiendo por el futuro de la niña— la bautizó, mientras
los asaltantes cristianos arreciaban en la pelea. Fue entonces cuando
tuvo lugar el cataclismo, pues la niña quedó convertida en una
estatua de piedra.
El diablo, cuando vio roto el pacto sellado y el poco provecho que podía sacar de la situación, pues no se podía llevar el alma de una inocente, deshizo el sortilegio y los cristianos entraron en la fortaleza. El jeque murió y el diablo, huyendo a la vez que lanzaba enormes alaridos, se escondió por Ambel, donde puede oírsele en determinadas ocasiones.
El ama nodriza, enloquecida por la pena, escondió la estatuilla de la niña (que todavía no ha sido hallada) y se marchó a Trasmoz, donde se unió a las brujas de su castillo, dejando oír de cuando en cuando sus bufidos y lamentos sin límite.
[Bordejé, Federico, «La mora
encantada», en Aragón, 69 (1931), págs. 120-122.]