2.21. LAS GESTAS DEL CONDE BERNARDO DE
RIBAGORZA (SIGLOS IX-X. JACA)
En el valle del Noguera Ribagorzana, en
una pequeña ermita, se dedicaba a Dios el fraile Vicmar. Una noche,
en medio de una gran tormenta, llamaron a su puerta solitaria dos
caballeros agotados, anciano uno, joven el otro. Los acogió al calor
de su fuego, pero poco tardó el primero, exhausto y enfermo, en
morir. Era Beltrán, fiel escudero del padre del más joven,
Bernardo, hijo del conde Ramón. Ardía Bernardo en deseos de batirse
con el moro, de modo que, tras enterrar a Beltrán, su guía, le
preguntó al eremita dónde encaminarse para hacerlo. Éste le
dirigió hacia las tierras de Jaca, donde gobernaba Galindo, hijo de
Aznar.
Llegó justo en el momento en el que
Acmet, un auténtico gigantón moro, atacaba con sus huestes a los
cristianos, para tratar de recuperar Jaca. El conde Galindo y Acmet
lucharon cuerpo a cuerpo, cayendo heridos ambos, aunque este último,
demostrando su bravura, aún tuvo fuerzas para derribar y matar al
vasco Zaldívar, que había acudido a socorrer al jacetano. Luego se
retiró momentáneamente para reponerse y volver a atacar.
Bernardo creyó llegado el momento y no
lo dudó: blandiendo su espada
«Preclara» —que había ganado en
combate al emir árabe Oto de Poitiers y luego heredado su abuelo y
su padre— entró en batalla y desafió a Acmet, que menospreció su
valor al verle tan joven. Pero, manejando el acero como un guerrero
avezado, derribó y dio muerte al gigante moro, siendo aclamado en
las calles de Jaca y obsequiado en el palacio de Galindo.
Quiso el conde jaqués entregar a
Bernardo tierras y honores si le daba su espada, pero éste se negó.
No obstante, accedería a cambio de la mano de Toda (o Teuda), su
hija, de quien se enamoró nada más verla. Explicó Bernardo que su
padre era conde y que su madre fue hija de Carlomagno, aunque una
intriga palaciega les obligó a huir, acabando él y su escudero
Beltrán en la ermita de Vicmar, de donde acababa de llegar.
Hubo matrimonio. Galindo se ciñó la
espada «Preclara» y el conde Bernardo, acompañado de Toda, su
esposa, recorrió victorioso las tierras que riegan los dos ríos
Noguera y el Isábena. Ribagorza comenzó a sacudirse el yugo musulmán, mientras los cristianos que luchaban con él, enardecidos
por su valentía y caudillaje, cantaban y extendían por doquier las
gestas de Bernardo, que fundó el monasterio de Santa María de
Obarra.
[Iglesias Costa, Manuel, «Leyendas y
tradiciones ribagorzanas. La canción del conde Bernardo», Cuadernos
Altoaragoneses (13-III-1988), pág. VI.]