236. LA LAVANDERA MORICA DE SENA
(SIGLOS XIV-XV. SENA)
Como en la mayor parte de los ríos que
discurren por la parte llana de Aragón, a lo largo de la vega feraz
del Alcanadre fue corriente la persistencia de población mora,
incluso bastantes siglos después de haber sido vencidos los
musulmanes.
A la orilla derecha del Alcanadre
—nombre que en árabe significa «el puente»—, sirviendo de
divisoria a los actuales términos municipales de Sena y Villanueva
de Sigena, existe una modestísima elevación del terreno denominada
«Tozal de la Mora», en la que, además de evidentes restos prehistóricos, pueden verse todavía bastantes de origen musulmán,
lo cual no es de extrañar en absoluto. En este caso concreto, el
nombre del tozal tiene una sencilla y poética explicación que se
entremezcla con hermosos tintes de leyenda.
En efecto, cuando las huestes
cristianas aragonesas se adueñaron de la población de Sena, cuando
estaba muy avanzado ya el siglo XII, la población mora emigró casi
en su totalidad, circunstancia esta que no sucedió en otras
poblaciones de la comarca. No obstante, muchos años después de este
éxodo masivo, los habitantes de Sena observaban, en numerosas
ocasiones, que durante el día solía aparecer ropa tendida, de
inmaculada blancura, puesta a secar sobre los tomillos y los romeros
de la parte solana del tozal. En los alrededores, no se divisaba
vivienda alguna, lo cual rodeaba de cierto aire de misterio a un
hecho de por sí tan natural.
Algunos campesinos y pastores del
pueblo de Sena aseguraban que, al regresar de sus faenas diarias y
pasar por el lugar durante la noche o entre dos luces, creían ver o mejor intuían
la imagen borrosa de una mora joven lavando en el río o caminando
con pasos pequeños pero rápidos con la ropa seca recogida en un
cesto, pero la morica desaparecía pronto de sus miradas como si
fuera tragada por la tierra.
Durante muchos años, los habitantes
cristianos de Sena siguieron viendo ropa limpia tendida sin poder
identificar jamás a la lavandera mora, que debía ocultarse de las
miradas curiosas de los campesinos y viandantes en algún subterráneo
o cueva nunca descubiertos.
[Proporcionada por Benito Cavero.]