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sábado, 29 de junio de 2019

LA CORONACIÓN DE SANCHO GARCÉS


90. LA CORONACIÓN DE SANCHO GARCÉS (SIGLO X)

LA CORONACIÓN DE SANCHO GARCÉS (SIGLO X)


Mientras andaba el rey García Íñiguez, hijo de Íñigo Arista, por tierras navarras, su esposa, la reina Urraca, se encontraba de incógnito en el valle de Gistaín y, más concretamente, en el monasterio de Santa Cruz. Había acudido al cenobio en busca del reposo que le había sido prescrito por los médicos. Durante su retiro, supo que iba a ser madre y, en contra de los consejos recibidos, vestida con hábito de monja para seguir guardando el anonimato, se puso en camino para intentar llegar a Señés, donde quería darle la noticia personalmente al fiel Pedro de Sesé, quien la transmitiría al rey.
En el camino, doña Urraca padeció un repentino desmayo que la hizo caer. Afortunadamente, de manera increíble, la roca sobre la que cayó se ablandó y, en lugar de despedirla al abismo, le sujetó el pie, dejando una huella que aún hoy se puede ver, el llamado «Pie de la monja». Luego, recuperada y animada por el prodigio, siguió camino hasta Señés, donde contó a Pedro de Sesé la noticia de su embarazo para que éste se la transmitiera al rey. Pocos días después, García Íñiguez fue personalmente a buscar a su esposa para llevarla a Pamplona.
Tras descansar en el monasterio de Tabernas —donde el santo abad Pedro bendijo a madre e hijo—, pusieron rumbo a Navarra. A la altura de Lecumberri, fruto de una emboscada, murieron el rey, la reina y casi toda la comitiva, excepto Pedro de Sesé, Antón Guillén y Fortún de Garde.
Cuando estos últimos se repusieron de la refriega, volvieron al lugar del atentado y, al ver muerta a la reina, no dudaron en arrancarle del vientre al niño que gestaba, llevándolo con sumo cuidado a Señés, donde fue criado.
Pasó el tiempo y, vacante el trono, se reunieron las Cortes para elegir nuevo rey para Pamplona y Aragón. Cuando los barones se hallaban deliberando, se presentaron Pedro de Sesé y Antón Guillén explicando lo que sucediera hacía catorce años, dando toda suerte de explicaciones y testimonios acerca de quién era el muchacho que les acompañaba, calzado con rústicas abarcas. Ante las pruebas aportadas, las Cortes proclamaron rey a Sancho Garcés, al que cariñosamente se le apodó Abarca.

[Olivera, Gonzalo, «Reyes de Aragón. Sancho Garcés», en Linajes de Aragón, II
(1911), págs. 61-62
Dueso Lascorz, Lucía, «Leyenda del peu de la moncha (Bal de Chistau)», en Leyendas del Alto Aragón, págs. 71-110.
Andolz, Rafael, «La peña de San Martín». Cuadernos Altoaragoneses, 36 (1987), IV.]








Según la tradición este entorno de La Comuna ha sido testigo de episodios históricos muy relevantes para la historia de Aragón y orígenes del reino. Hoy los datos históricos y los míticos se mezclan de tal forma que es difícil separar realidad de ficción, pero ciertamente muy próximos a nosotros se encuentran algunos que fueron claves para explicar interesantes hechos de nuestra historia ocurridas allá por los siglos IX y X.

Sobre un escarpado terreno, en la ladera de la Pena San Martin se hallan los restos (hoy prácticamente absorbidos  por la maleza), lo que fuera la Santa Cruz de Chistau, sitio conocido popularmente como Es Combentos. La tradición sitúa allí un modesto y sencillo claustro de monjas en que estuvo Doña Urraca de Aragón, esposa del Rey García Iñiguez de Navarra, cuando llevaba un hijo en sus entrañas. Se explica así que cuando mueren los dos reyes, fuera en Señes en Casa Sasé, el lugar en el que vivió oculto hasta la edad de 14 años el hijo de ambos, el primer rey de Aragón y Navarra, Sancho Garcés I.

Pasaría a la historia como un rey bueno para su pueblo, el rey Sancho Abarca de quién se dice que tomó este apodo por el calzado que le acompañó en su infancia y que él quiso seguir calzando siempre para homenajear al pueblo de Señes y al Bal de Chistau, que también los había tratado y protegido y del que se sentía muy orgulloso.
El Peu de la Moncha.
Camino de los combentos, hay en una piedra una original marca, es una huella, cuenta la tradición que estando Doña Urraca de Aragón embarazada del que sería el rey Sancho Abarca, estuvo a punto de caer precipitada por un zillo, si no fuera porque esta piedra le sujeto un pie. Todavía está piedra se puede observar por el camino de La Esacadiella.
La Espluga Mur García.
En una cueva situada camín d´El Collé, vivía Mur García que no era otro, sino el noble que tenía encomendada una difícil misión proteger el acceso al Bal de Chistau, mantenerlo libre de incursiones moras y dar aviso con su sonora cuerna si fuera necesario, era por tanto desde su privilegiada atalaya el “Señor guardián” de la mítica Santa Cruz de Chistau y sus combentos. Esta cavidad contiene restos neolíticos.





viernes, 28 de junio de 2019

LA DONACIÓN DE ABETITO A SAN JUAN DE LA PEÑA, SIGLO X


3. EL MUNDO CRISTIANO

3.1. LOS REYES

88. LA DONACIÓN DE ABETITO A SAN JUAN DE LA PEÑA
(SIGLO X. SAN JUAN DE LA PEÑA)

LA DONACIÓN DE ABETITO A SAN JUAN DE LA PEÑA  (SIGLO X. SAN JUAN DE LA PEÑA)


Durante el largo reinado de don García Sánchez II (934-970), en cierta ocasión visitó y permaneció durante varias jornadas en el monasterio de San Juan de la Peña el conde de Aragón Fortún Jiménez, siendo muy bien recibido y acogido por la congregación de frailes que entonces encabezaba con reconocido acierto el abad Jimeno.
Sin duda alguna —por las naturales dificultades que para el desarrollo de la agricultura presentaba el terreno en el que estaba asentado—, la base en la que sustentaba su economía el cenobio pinatense era eminentemente ganadera, lo cual significaba, sin duda alguna, una cierta colisión de intereses con los rebaños del cercano poblado de Atarés, de modo que el abad Jimeno debió convencer al conde para que tratara de delimitar con claridad y legalmente los términos donde podían pacer sin impedimentos los ganados de su subsistencia y evitar así enfrentamientos que no deseaban.
Poco tiempo después de aquella visita, comunicó el conde Fortún Jiménez al rey el proyecto y, acompañados por el obispo jaqués Fortún, decidieron trasladarse ambos al monasterio no sólo para redactar y firmar el documento de delimitación, sino también para recortar al conde de Atarés algunas de sus importantes prerrogativas y donar al cenobio quinientos siclos de plata, una antigua moneda bíblica. Además, el monarca decidió confirmar a los monjes la licencia para llevar a pacer sus ganados y cortar leña en el monte Abetito.

Años después, ya en 959, según la tradición, regresó en cierta ocasión a San Juan de la Peña el rey García Sánchez II y, viendo que, a pesar de sus órdenes concretas, los monjes se sentían completamente inermes ante el poderoso señor de Atarés, ordenó que los términos pinatenses no pudiesen ser atravesados por nadie a no ser con el permiso expreso del abad o, en caso contrario, los monjes tenían potestad desde aquel momento para matar vacas, puercos y carneros sin que ello pudiera dar origen a ningún tipo de pleito real. Desde aquel instante, el monasterio de San Juan de la Peña comenzaba a cimentar así el que sería con el tiempo su importante señorío.
[Risco, P., España Sagrada, 30, págs. 409-413.
Ubieto, Antonio, Historia de Aragón: Literatura medieval, I, págs. 45-46.]



lunes, 29 de abril de 2019

LA SANTA CRUZ GUÍA EL CAMINO


2.22. LA SANTA CRUZ GUÍA EL CAMINO (SIGLO X. PUEYO DE ARAGUÁS)

A la muerte del rey Sancho García, el reino de Sobrarbe quedó debilitado y dividido en múltiples banderías, circunstancia que aprovecharon rápidamente los musulmanes para volver a apoderarse de las sierras de Panillo, Pano y Troncedo que habían perdido, así como de las tierras ribagorzanas situadas entre los ríos Cinca y Esera.
En esta lucha sin cuartel entablada, uno de los puntos de mayor resistencia cristiana lo constituía el Pueyo de Arahuest o Araguás, a cuyas puertas acamparon los musulmanes, con ánimo de tomarlo. Ante el inminente peligro que ello suponía, Íñigo Arista acudió con su ejército en ayuda de los sobrarbenses, con unos seis mil hombres armados, que se asentaron a la espera en el luego denominado «campo del rey».
Los defensores del Pueyo de Araguás impidieron atravesar el río a los musulmanes, pero al salir de sus muros para unirse al ejército de Íñigo Arista fueron rechazados por los moros, quedando cercados y sin posibilidad de unirse ni de ponerse en contacto con aquél, estando condenados irremisiblemente a la rendición. Mientras, Íñigo Arista esperaba noticias que, dadas las circunstancias, nunca podrían llegar.
De pronto, con gran sorpresa por parte de todos, se dibujó una cruz en el cielo indicando a Íñigo Arista la dirección en que los defensores del Pueyo de Araguás estaban cercados. Puesto en marcha con sus hombres, cogió a los musulmanes desprevenidos entre los dos ejércitos, de manera que no quedó ni uno solo con vida.
Inmediatamente, Íñigo Arista se convirtió, por aclamación unánime, en el quinto rey de Sobrarbe, logrando terminar con las banderías que asolaban y dividían el territorio cristiano.
La prodigiosa aparición de la Cruz hizo que Íñigo Arista incorporara este símbolo, en color plata sobre campo azul, en su escudo de armas, de donde lo tomarían algún tiempo después los reyes aragoneses, mostrándose siempre al lado de una carrasca.
[Faci, Roque A., Aragón..., I, pág. 3.Sas, Antonio, Compendio histórico..., I, págs. 16-19.]


https://es.wikipedia.org/wiki/El_Pueyo_de_Aragu%C3%A1s



LA SANTA CRUZ GUÍA EL CAMINO (SIGLO X. PUEYO DE ARAGUÁS)


El Pueyo de Araguás (O Pueyo d'Araguás en aragonés) es una localidad y municipio español, en el Sobrarbe, provincia de Huesca, Aragón.

Araguás, Los Molinos, La Muera, Oncíns, La Pardina del Soto, El Plano, El Pueyo de Araguás, San Lorién, San Victorián de Asán, El Soto y Torrelisa.

El Pueyo de Araguás es un municipio que situado entre el valle del Cinca y el de La Fueva, en cuya parte más septentrional se encuentra el Baixo Penyas, perteneciendo parte de sus localidades a El Pueyo de Araguás. Su término municipal sigue más o menos la forma que dibuja el río Cinca por el oeste, limitando con Aínsa-Sobrarbe al suroeste, Labuerda al oeste, Puértolas al noroeste y Laspuña al norte; formando así pues una línea recta que discurre por las faldas de la peña Montañesa y toda la cresta de la sierra Ferrera. Por encima de la Espelunca, el límite del municipio baja siguiendo la línea que marcan la peña Madrid (1982 msnm), la ermita de la Espelunca y el pico de La Muerda (1037 msnm) hacia la hondonada del valle de La Fueva, cortando por medio del barranco del Plano para dirigirse después por las faldas de la sierra de Aro hacia La Pardina del Soto. El municipio con el que más limita es el de La Fueva.

El núcleo urbano ha conservado hasta nuestros días la fisonomía regular de un lugar sobrarbense de hace siglos, con bastantes casas tradicionales y sin nuevas construcciones. Está construido en torno a una calle central, quedando en las calles que limitan el pueblo únicamente puertas secundarias de las casas.

Esta estructura urbanística permitía defenderse más fácilmente. Se dejaba el final de la calle abierto por el sur algo ensanchado, de manera que fuese posible cerrarlo con una cancilla o una puerta. La entrada principal era por debajo de la iglesia, que junto con la torre con aspilleras constituía el edificio más fácil de defender, resultando un bastión en la misma entrada.

Una de las casas es la Casa Coronas, la más antigua conocida en el Sobrarbe, siendo construida en 1549.

La iglesia parroquial fue construida en el siglo XVI, siendo consagrada a la Santa Cruz. Es de estilo simple, con aspilleras defensivas y posee características del gótico aragonés en evolución al renacentismo. Cabe destacar la presencia de un esconjuradero en lo alto del campanario.

Esta iglesia dependía antiguamente del monasterio de San Victorián, el cual era el más poderoso en el Sobrarbe y la Ribagorza, poseyendo más de cincuenta poblaciones.

El monasterio de San Victorián.
Se trata de un complejo monástico ubicado en la localidad de Los Molinos, perteneciente a este municipio. Está situado a 1200 metros de altitud en las faldas de la Sierra Ferrera. Está declarado Bien de Interés Cultural.

Algunos investigadores sitúan el origen del monasterio de San Victorián en el siglo VI, bajo la denominación de San Martín de Asán, convirtiéndose así en el monasterio más antiguo de la península ibérica. Está vinculado al santo italiano Victorián, el cual fue ermitaño en la ermita de la Espelunca, situada a poca distancia del monasterio. Su creciente popularidad y veneración le llevaron a aceptar el cargo de abad del monasterio, el cual adquiriría desde entonces su nombre por el de San Martín de Asán.

3 de febrero: hogueras de San Blas.
16 de abril: fiesta mayor, en honor a Santa Engracia.
26 de julio: romería a la ermita de Santa Ana.